jueves, 19 de junio de 2014

Primavera con una esquina rota



           Un hombre va a salir de la cárcel, la cana en el vocabulario de la novela. Ese hecho debería convertirse en un grito de alegría, en felicidad para el encarcelado y para sus familiares. Pero las cosas no son tan sencillas. Quién, aunque a modo de brevísimo relámpago rápidamente desechado, no ha deseado la muerte de alguien para obtener algo que tiene o para sacárselo de encima. La mente humana es una cueva repleta de ignotas oscuridades. El primer acierto de Mario Benedetti es desaparecer tras sus personajes a quienes, a cada uno de ellos, al modo faulkeriano, da la voz. El padre –el viejo- que pena por él y que, exiliado en una ciudad a este lado del Atlántico, ansía el momento del abrazo y de la conversación. La esposa, Graciela, a quien los años le caen como un castigo inmerecido; su cuerpo joven, en la treintena, ansía el choque de la carne –“ponte el cuerpo”, en verso de Vallejo. Dice querer la pronta salida, la libertad de Santiago, el preso, su marido. Beatriz la hija, una hija de nueve años, que ve el mundo con frases cortas, con impresiones que tardan en convertirse en un todo estructurado. El deseo de ver a su padre es un suceso que ha de producirse como la lluvia o el sol. Rolando Asuero, el compañero de fatigas, el amigo, soltero impenitente pero ahora compañero de Graciela, compartiendo su cama. Desea que Santiago salga de Uruguay, encuentre una nueva vida en el exilio, va a recibirlo al aeropuerto, pero teme lo que va a suceder. El encontronazo.

            Benedetti sitúa el contexto en los años de la dictadura militar en Uruguay, en la resistencia de los jóvenes concienciados contra los milicos. La detención y la tortura. La separación entre los amigos y las familias. Santiago permanecerá más de cinco años preso, mientras fuera la vida sigue su curso. Cuba y su faro: obreros solidarios que fuera del trabajo por propia iniciativa crean brigadas para construir pisos para que vivan los que no tienen vivienda, dejando incluso un apartamento por cada cinco plantas para un exiliado latinoamericano. La hermandad desde Río Grande a Tierra de fuego. El exilio, España, Suecia.

            El segundo acierto de Mario Benedetti es la sencillez con que lo cuenta. Todas las voces se entienden de primeras. La historia avanza en presente, con la preocupación de cada voz, como un monólogo que a veces se expresa en forma de carta entre Santiago y los demás, con pequeños detalles de la áspera vida, cada uno con sus justificaciones, sus culpas, la voluntad de no hacer daño, conscientes de que a pesar de todo lo harán. Con algunos capítulos en cursiva que se refieren a la vida sin ficción, hechos que cuenta otro narrador, suponemos que el propio Benedetti: los días del exilio, la adaptación al nuevo país, la añoranza de Uruguay, la separación de amantes y familia, el chusco suceso del referéndum convocado y perdido por los milicos el 30 de noviembre de 1980. También algunos momentos de humor, como la dificultad, en el lenguaje infantil de Beatriz, de atrapar la realidad confusa en palabras claras. Una frase que oye a Rolando, La ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución, tras sucesivas transformaciones se convierte en Nosotros no venimos del semen sino de la almósfera.

            Mario Benedetti no puede evitar, sin embargo, el carácter que lo acompaña, el de poeta: en el subtítulo que subraya cada breve capítulo, en las referencias a otros poetas que va citando, incluidos versos de tangos, en la manera de configurar algunos de ellos, en especial la llegada de Santiago al aeropuerto del exilio, breves párrafos partidos en versos libres, como forma de acentuar el momento dramático. Todos saben lo que ha sucedido mientras él penaba, incluido el lector, todos menos Santiago, la traición de Graciela, la traición de Rolando. Ese momento, sin embargo, el momento en que Santiago avizora, en el montón de cabezas tras los cristales, lo que drásticamente ha cambiado, sabiamente se nos hurta. Un momento que Benedetti nos hace ver con un cambio de verbo, los personajes están felices por la libertad de Santiago, lo que no es lo mismo que ser felices.

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