
Spike Jonze
da en la tecla. Horas después de haber visto Her las sensaciones
permanecen, la dulce entrega del sentimiento amoroso, el cuerpo invadido, sin
defensas, en un estado de dulce decaimiento. La película camina sobre el fino
alambre entre lo sublime y lo ridículo, entre lo dramático y lo cómico y se
mantiene hasta el final sin que haya ningún resbalón. Escarbo en la memoria
para cribar momentos parecidos, 2001 de Kubrik por el protagonismo del
SO (sistema operativo, allí It), Blade Runner por la atmósfera,
esa lentitud inducida por la música, por los planos fijos, por el montaje que
hace que el sentimiento amoroso se expanda y penetre, resulte creíble, pero con
la suficiente distancia para ver desde fuera al protagonista y esa especie de
locura por la que se deja llevar. En algún momento se dice que el enamoramiento
es una locura extendida, socialmente aceptada.
La visión
de la peli es progresivamente hipnótica, a ello ayuda la música futurista de
Arcade Fire, como lo era la de Vangelis en Blade Runner, los tenues decorados
interiores y exteriores, los rascacielos de Los Angeles visto desde arriba en
un indeterminado momento del siglo XXI, sin coches -¡por fin!-, los amplios
espacios sin bullicio ni multitudes donde parece haber triunfado una sociedad
pacífica y ecológica, la indumentaria nada estridente y la interpretación
comedida de Joaquin Phoenix o Amy Adams y por supuesto la voz de Scarlett
Johansson, que es casi la mitad de la peli por lo que esta peli hay que verla
necesariamente en versión original. Si es admirable la capacidad camaleónica de
Joaquin Phoenix (su reciente The Master, por ejemplo), qué decir de la
interpretación de la Johansson ,
capaz de dar cuerpo con esa voz llena de matices y tonos, llena, rotunda,
sensual, a un personaje sin cuerpo. A pesar del hipnotismo, no se le escapa al
espectador la reflexión sobre nuestra relación y creciente dependencia con la
tecnología como sustituto de las conflictivas relaciones con las personas
reales. El final remite a 2001 y a Blade Runner, Theodore y su amiga sentados
en la terraza de un rascacielos, contemplando el cielo de Los Angeles,
meditando sobre los límites de la especie humana. Una de esas películas que,
seguramente, recordaremos con el paso del tiempo.
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