
En general
los libros siempre tienen la posibilidad de añadir más cosas, lo que no
necesariamente les hace mejores. Así los guionistas han tenido que suprimir
toda la historia en torno al zapatero Steve Madden, la del Chino
Depravado o la del suizo que le lava el dinero y reducir la nómina de
personajes, en cambio el ascenso del corredor de bolsa de la nada a ser El lobo
de Wall Street, un joven poderoso, dueño de una agencia bursátil, donde
trabajan mil jóvenes lobos desbordantes de testosterona y de codicia y muy
rico, rebozado en dinero y sexo, está mucho mejor explicado en la peli porque
en el libro todo eso queda elidido. El Belfort de Leonado DiCaprio es creíble, redondo,
hasta tal punto que quien es increíble es el propio Jordan Belfort cuando,
brevemente, aparece al final de la peli dando entrada a un DiCrapio dirigiéndose
a uno de esos grupos de ayuda a los que ahora se dedica JB. El cine produce ese
efecto de veracidad que hace que un actor interprete mejor al personaje que el
propio individuo que sirve de modelo.
El cine
tiene dos desventajas cuando traduce un buen libro. El asunto de la primera
persona, cómo llevar a la pantalla las sensaciones, la inmediatez del narrador
que presenta la historia en primera persona, y más cuando sabemos que lo que se
cuenta es real. La segunda es la ampliación de la imaginación del espectador,
que magnifica o reduce o distorsiona mucho más de lo que puede hacer la cámara.
Así las escenas de sexo y droga, abundantísimas en el libro, que tanto han
llamado la atención, se quedan en poca cosa para quien lo haya leído. Aún así,
la peli de Scorsese es notable y de ningún modo infiel al espíritu del libro de
JB.
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