viernes, 21 de febrero de 2014

El lobo de Wall Street, de Scorsese


            Supongo que el hecho de haber leído el libro de Jodan Belfort me ha hecho ver la peli de Scorsese de otra manera. Sus tres horas podrían parecer largas, para mí han volado, atento como estaba a que apareciesen las escenas que ya conocía, a ver cómo se resolvían en pantalla o, bien, me sorprendían las que no aparecen en el libro. Hay que tener en cuenta que JB presentó a la editorial mil doscientas páginas que quedaron reducidas a la mitad, es decir que los guionistas han aprovechado material que no estaba en el libro, como a la inversa. Me ha sorprendido, en general, que la peli sea más blanda, más edulcorada. La desventaja es que no he apreciado el vértigo que otros han visto porque el libro es más salvaje: el momento más loco de JB drogado hasta las cejas, reventando todas las butacas de la casa familiar, buscando una piedra de veinte gramos de droga, se reduce en la peli a una escena casi infantil, y el más duro, cuando, con su hija en brazos, da una patada a su mujer, la duquesa de Bay Ridge, lanzándola escaleras abajo, queda reducido a un puñetazo en el estómago que no parece contundente, como no aparece su fase de rehabilitación en un centro privado y muchas otras cosas. Como siempre que se traduce un libro a la pantalla hay cosas que al no avisado se le escapan, que pasan desapercibidas en el fluir de las imágenes.

            En general los libros siempre tienen la posibilidad de añadir más cosas, lo que no necesariamente les hace mejores. Así los guionistas han tenido que suprimir toda la historia en torno al zapatero Steve Madden, la del Chino Depravado o la del suizo que le lava el dinero y reducir la nómina de personajes, en cambio el ascenso del corredor de bolsa de la nada a ser El lobo de Wall Street, un joven poderoso, dueño de una agencia bursátil, donde trabajan mil jóvenes lobos desbordantes de testosterona y de codicia y muy rico, rebozado en dinero y sexo, está mucho mejor explicado en la peli porque en el libro todo eso queda elidido. El Belfort de Leonado DiCaprio es creíble, redondo, hasta tal punto que quien es increíble es el propio Jordan Belfort cuando, brevemente, aparece al final de la peli dando entrada a un DiCrapio dirigiéndose a uno de esos grupos de ayuda a los que ahora se dedica JB. El cine produce ese efecto de veracidad que hace que un actor interprete mejor al personaje que el propio individuo que sirve de modelo.


            El cine tiene dos desventajas cuando traduce un buen libro. El asunto de la primera persona, cómo llevar a la pantalla las sensaciones, la inmediatez del narrador que presenta la historia en primera persona, y más cuando sabemos que lo que se cuenta es real. La segunda es la ampliación de la imaginación del espectador, que magnifica o reduce o distorsiona mucho más de lo que puede hacer la cámara. Así las escenas de sexo y droga, abundantísimas en el libro, que tanto han llamado la atención, se quedan en poca cosa para quien lo haya leído. Aún así, la peli de Scorsese es notable y de ningún modo infiel al espíritu del libro de JB.

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