miércoles, 8 de enero de 2014

Leonora Carrington, de Elena Poniatowska


            La vida de Leonora Carrington fue una vida plena. Cualquier artista, cualquier mujer, hubiese deseado algo así, y que alguien lo contase. Nace en un castillo inglés del Lancashire, en 1917, y muere en Ciudad de México en el 2011. Entre medio se dedicó a escribir y a pintar en el estilo que conoció en su juventud en París, el surrealismo. Lo que hace su vida digna de novelería es su pasión exaltada, enfermiza, por cada uno de sus empeños, por supuesto los artísticos, pero también, cómo no, los amorosos.

            Como en cualquier recuento psicoanalítico, el primer capítulo tiene que ver con la liberación del padre. Leonora, hija entre hermanos, se tuerce pronto a los ojos de un poderoso padre, Harold, de familia rica, jefe de la Imperial Chemical. La echan o se va de un par de internados para chicas bien antes de imponer se deseo de ingresar en una academia de arte londinense y, después, de instalarse definitivamente en París, contra la volunta de su padre. Harold Carrington terminará por olvidarse de ella y desheredarla de la gran fortuna que le correspondía. Sin embargo, Maurie, la madre, velará por ella a distancia y le proporcionará recursos para pagar sus alojamientos en París o comprar una casa en Saint-Martin-d'Ardèche donde se va a vivir con Max Ernst poco antes de que comience la guerra.

            Con 20 años conoció en Londres a Max Ernst, cuando este tenía 47. En París vivirán una vida intensa, con escasos recursos, una relación pasional por encima de la voluntad del padre de Leonora y de la mujer de Max. De París escaparán a Saint-Martin-d'Ardèche, se entregarán con furor a la pintura y a la escultura, pero tendrán que abandonar la casa y las obras cuando la guerra se vaya acercando.

            La siguiente etapa no es grata. A Max Ernst lo encierran en un campo de concentración, Les Milles, y Leonora huye a Madrid. Entonces se trastorna y bajo la lejana vigilancia paterna es encerrada en un manicomio en Santander, donde la someten a los duros tratamientos de la época. Experiencia que la traumatizará y a la que dedicará un libro, En bas (Memorias de Abajo). Cuando sale del hospital su obsesión es huir de la vigilancia paterna y escapar de España. Escapa a Lisboa y de allí, gracias a la ayuda de Peggy Guggenheim y a la compañía del mexicano Renato Leduc, a Nueva York, donde encontrará a buena parte del grupo surrealista parisino. Reencuentra a Max Ernst para ya no hacen migas. Leonora aunque siente tras de sí el aliento pasional de Max, ve en él egoísmo y poco interés por lo que a ella le ha pasado. Para distanciarse del mundo promiscuo en tormo a la Guggenheim escapará una vez más, ahora de Nueva York. Acaba recalando en México con su marido Renato Leduc, de quien pronto se divorciará.

            En México no acaba nunca de estar a gusto. Su mundo es el de los exiliados europeos, Breton, Peret, Alice Rahon, Wolfgang Paalen, pero sobre todos Remedios Varo con quien traba una duradera amistad. Se casa con Weisz un fotógrafo húngaro, amigo de Fran Capra, tienen dos hijos. Pero es en México donde su etapa creativa alcanza el cénit.



            Quien lo cuenta en Elena Poniatowska en Leonora, (2011). No se puede defender que Leonora sea una novela, tampoco una biografía, la propia autora asegura que el libro debe considerarse “como una aproximación libre a la vida de una artista fuera de serie”. A medio camino, pues, entre la biografía y el ensayo literario, a Leonora le falta objetividad y distanciamiento para ser lo primero y una tesis, un tema que trate de asir o de explicar a la artista, para ser lo segundo. A lo que más se aproxima el libro es a una especie de autobiografía, de hecho algunos pasajes parecen escritos en primera persona tal es la intensidad emocional con que están explicados. Creo que es un defecto porque como digo no permite el distanciamiento que una biografía necesita y tampoco la identificación a que el lector estaría dispuesto si el personaje fuese de ficción. El estilo de Elena Poniatowska se compone de frases cortas, apodícticas muchas veces, imágenes brillantes, que cansan por su pertinacia, de diálogos que buscan lo esencial, siempre cargados de un sentido único, original, auténtico, de anécdotas significativas, de referencias a hombres y mujeres valiosos, de largas enumeraciones de nombres famosos. Nada en la vida de Leonora Carrington fue banal, cada suceso en su vida iba en una dirección, la de la rebeldía, la de la libertad, la del hallazgo artístico, la de la genialidad. En fin.

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