La vida de
Leonora Carrington fue una vida plena. Cualquier artista, cualquier mujer,
hubiese deseado algo así, y que alguien lo contase. Nace en un castillo inglés
del Lancashire, en 1917, y muere en Ciudad de México en el 2011. Entre medio se
dedicó a escribir y a pintar en el estilo que conoció en su juventud en París,
el surrealismo. Lo que hace su vida digna de novelería es su pasión exaltada, enfermiza,
por cada uno de sus empeños, por supuesto los artísticos, pero también, cómo
no, los amorosos.
Como en
cualquier recuento psicoanalítico, el primer capítulo tiene que ver con la
liberación del padre. Leonora, hija entre hermanos, se tuerce pronto a los ojos
de un poderoso padre, Harold, de familia rica, jefe de la Imperial Chemical.
La echan o se va de un par de internados para chicas bien antes de imponer se
deseo de ingresar en una academia de arte londinense y, después, de instalarse
definitivamente en París, contra la volunta de su padre. Harold Carrington terminará
por olvidarse de ella y desheredarla de la gran fortuna que le correspondía.
Sin embargo, Maurie, la madre, velará por ella a distancia y le proporcionará
recursos para pagar sus alojamientos en París o comprar una casa en Saint-Martin-d'Ardèche
donde se va a vivir con Max Ernst poco antes de que comience la guerra.
Con 20 años
conoció en Londres a Max Ernst, cuando este tenía 47. En París vivirán una vida
intensa, con escasos recursos, una relación pasional por encima de la voluntad
del padre de Leonora y de la mujer de Max. De París escaparán a Saint-Martin-d'Ardèche,
se entregarán con furor a la pintura y a la escultura, pero tendrán que abandonar
la casa y las obras cuando la guerra se vaya acercando.
La
siguiente etapa no es grata. A Max Ernst lo encierran en un campo de
concentración, Les Milles, y Leonora huye a Madrid. Entonces se trastorna y
bajo la lejana vigilancia paterna es encerrada en un manicomio en Santander,
donde la someten a los duros tratamientos de la época. Experiencia que la
traumatizará y a la que dedicará un libro, En bas (Memorias de Abajo).
Cuando sale del hospital su obsesión es huir de la vigilancia paterna y escapar
de España. Escapa a Lisboa y de allí, gracias a la ayuda de Peggy Guggenheim y
a la compañía del mexicano Renato Leduc, a Nueva York, donde encontrará a buena
parte del grupo surrealista parisino. Reencuentra a Max Ernst para ya no hacen
migas. Leonora aunque siente tras de sí el aliento pasional de Max, ve en él egoísmo
y poco interés por lo que a ella le ha pasado. Para distanciarse del mundo
promiscuo en tormo a la
Guggenheim escapará una vez más, ahora de Nueva York. Acaba
recalando en México con su marido Renato Leduc, de quien pronto se divorciará.
En México
no acaba nunca de estar a gusto. Su mundo es el de los exiliados europeos, Breton,
Peret, Alice Rahon, Wolfgang Paalen, pero sobre todos Remedios Varo con quien
traba una duradera amistad. Se casa con Weisz un fotógrafo húngaro, amigo de
Fran Capra, tienen dos hijos. Pero es en México donde su etapa creativa alcanza
el cénit.
Quien lo
cuenta en Elena Poniatowska en Leonora, (2011). No se puede defender que
Leonora sea una novela, tampoco una biografía, la propia autora asegura
que el libro debe considerarse “como una aproximación libre a la vida de una
artista fuera de serie”. A medio camino, pues, entre la biografía y el ensayo
literario, a Leonora le falta objetividad y distanciamiento para ser lo
primero y una tesis, un tema que trate de asir o de explicar a la artista, para
ser lo segundo. A lo que más se aproxima el libro es a una especie de autobiografía,
de hecho algunos pasajes parecen escritos en primera persona tal es la
intensidad emocional con que están explicados. Creo que es un defecto porque
como digo no permite el distanciamiento que una biografía necesita y tampoco la
identificación a que el lector estaría dispuesto si el personaje fuese de
ficción. El estilo de Elena Poniatowska se compone de frases cortas,
apodícticas muchas veces, imágenes brillantes, que cansan por su pertinacia, de
diálogos que buscan lo esencial, siempre cargados de un sentido único,
original, auténtico, de anécdotas significativas, de referencias a hombres y
mujeres valiosos, de largas enumeraciones de nombres famosos. Nada en la vida
de Leonora Carrington fue banal, cada suceso en su vida iba en una dirección,
la de la rebeldía, la de la libertad, la del hallazgo artístico, la de la genialidad. En fin.
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