
Poste y viga. Lorna y Brendan viven en una casa moderna, desnuda de decoración, en Vancouver. Tienen dos hijos Elizabeth y Daniel, a quien todavía cambian los pañales. Tienen un amigo de la familia que les visita a menudo, Lionel, un antigua alumno de Brendan, a quien este auguró un brillante futuro como matemático, pero en algún momento se le torcieron las cosas. Le escribe poemas a Lorna, con pocas palabras pero de incomprensible grafía. Lorna trata de averiguarlas pero no se esfuerza en interpretar. Los dos se cuentan cosas de sus respectivas familias. Un día anuncia su llegada Polly, una prima de Lorna, que vivía en la casa de al lado de su familia. Trae con ella su frustración, quiere que la comparta Lorna, también desea que algo le toque de lo que Lorna ha conseguido en la vida. Este es un relato denso, quizá el más complejo de todos los que he leído de Alice Munro, personajes de apariencia sencilla, pero complejos. Lorna se casó porque quería salir del ambiente familiar, Brendan porque había llegado el momento. “Quería una muchacha joven. No colega, ni alumna, ni siquiera una de esas que los padres enviaban a la universidad. No malcriada. Inteligente pero sin estropear. Una flor silvestre”. Brendan y Lorna hacen un viaje con los niños a la boda de un alumno de Brendan. De vuelta, en el coche, Lorna teme lo que puede haber sucedido con Polly mientras tanto, teme que se haya suicidado. Entonces piensa que, antes de llegar a casa, debe hacer un trato, una promesa que sirva para que a Lorna no le haya pasado nada. ¿Qué trato valioso podría hacer? “Había aceptado su matrimonio como un cambio mayor, pero no el último”. “Solía decir que lo amaba, y en cierto modo lo decía en serio, y necesitaba que él la amase, pero junto al amor, casi todo el tiempo, se oía un leve zumbido de odio”. No podía ofrecer a su marido, pues, tampoco a sus hijos, ni su belleza, ni su salud, ¿qué podía ofrecer en el trato? Lo más valioso.
Lo que se recuerda. Meriel y Pierre son un matrimonio joven convocados a un funeral de un amigo de la infancia de Pierre, Jonás. Alice Munro presenta a los personajes, reflexiona sobre el papel de los maridos jóvenes y de las mujeres, arrojadas a la turbadora responsabilidad de cuidar a los niños, la extraña personalidad de Jonas, el fallecido. Radiografía el funeral, el sermón del sacerdote, la charla, la comida, los concurrentes. Entonces entra en escena un personaje que poco a poco se va agrandando, el médico que trató a Jonas. Meriel y Pierre se han de separar por compromisos distintos. El médico se ofrece a llevar a Meriel a una residencia para que vea a su tía. En la residencia el lector ya sabe que algo va a suceder, además de hablar con la tía Muriel. La tía sabe que el doctor no es el marido de Meriel: Yo también era un demonio, dice antes de explicar su agitada vida juvenil. Había una degradación en perspectiva. Meriel se sintió contrariada, remotamente excitada. A la salida, Meriel le dijo al médico: Llévame a otro sitio. Fueron al apartamento que un amigo le había dejado. Cuando todo hubo concluido Meriel se atuvo a dos predicciones: no volvería a verlo, su matrimonio con Pierre iba a continuar. Sin embargo, esa experiencia quedaría en su mente y volvería transformada en ensueños. Años después, cuando Pierre está a punto de morir en el hospital y un trozo de periódico le informa de la muerte del doctor, Meriel recuerda lo que sintió en el ferry, de vuelta a casa, como un acto romántico: Tal como estaba, repleta de felicidad, recompensada como seguramente no volvería a estar nunca, con cada célula del cuerpo henchida de autoestima. Piensa si habrá un nuevo papel para ella en el futuro.
Queeney . Es que los hombres no son normales, le dice Queeney a Chrissy. Chrissy ha ido a Toronto a ver a su hermana, tras acabar el bachillerato. Quiere estudiar para maestra pero su padre le ha pedido que antes vaya a ver a su hermana. Es julio, hace calor, Queeney vive con el señor Vorguilla. A Chrissy se le hace muy raro que ahora el señor Vorguilla sea Nat y Queeney Lena. Chrissy quiere buscar algún trabajo y alquilar una habitación, pero en el drugstore no dura más de unas horas, después de ver lo que ha sucedido con el pastel: habían organizado una fiesta en su casa para los alumnos de piano del señor Vorguilla y algún amigo y el pastel que había preparado Queeney con toda su alma con su poco dinero había quedado intacto. Queeney lo cubrió con un paño borracho y lo guardó. Pero el día que al señor Vorguilla se le antojó Queney no lo pudo encontrar. Chrissy asistió a una escena insoportable, la humillación de Queeney, la fría violencia del señor Vorguilla. Queeney había venido a casa cuando el padre de Crissy se volvió a casar con Bet, Bet era su madre. Vivieron como hermanas y Crissy la admiraba. En cuanto tuvo ocasión Queeney huyó de casa: el señor Vorguilla enviudó, Queeney se fue con él. Pasó el tiempo, Chrissy se hizo maestra, se casó, tuvo hijos. Mientras tanto Queeney había vuelto a huir. Chrissy no sabía dónde aunque varias veces creyó haberla visto en diferentes lugares. El señor Vorguilla, por Navidad, le enviaba postales con su dirección en el reverso.
Verlas orejas al lobo lo comenté en otro post.
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