lunes, 25 de noviembre de 2013

Odio, amistad, noviazgo, matrimonio I (Alice Munro)

  
            Odio, amistad, noviazgo, matrimonio. O los sentimientos enredados en malentendidos. La historia avanza movida por monólogos interiores, cada personaje mostrando su punto de vista: el jefe de la estación que no sabe donde está Gdynia, adonde el tren ha de llevar unos muebles; Johanna, ama de llaves de una casa crecientemente deshabitada, que quiere hacer un largo viaje, al otro lado de Canadá, en Saskatchewan, donde cree que le espera un hombre con quien se ha de casar y a quien le lleva unos muebles que estaban en depósito en la casa donde trabajaba; Edith y Sabitha -la malicia de la inocencia-, unas niñas que interrumpen la correspondencia entre Johanna y el hombre de Saskatchewan y la modifican, alentando las esperanzas de Johanna y haciéndole tomar una decisión que cambiará su vida; el viudo dueño de la casa deshabitada, el señor McCauley, que de golpe se encuentra solo: su nieta, Sabitha, se ha ido a la ciudad, y cree que la desconsiderada Johanna, que ahora le abandona, le ha robado los muebles para llevárselos al aprovechado de su yerno, el padre de la nieta que ha perdido, y, por último, Ken Boudreou, un antiguo piloto de la guerra, que se muestra dos veces: en las cartas que escribe a su hija, Sabitha, donde asegura haber comprado un hotel, y tras la llegada de Johanna, que le encuentra postrado, enfermo, arruinado. Cada personaje ve algo que los demás no ven o lo ve de forma contradictoria, cada uno da un valor diferente a los hechos y sus efectos dejan una huella dispar en cada uno. Un prodigio que sólo alguien que domina su idioma y observa con atención perspicaz y perseverante a los seres humanos ha podido construir.

            La literatura es un arte y como tal difícil de trascribir. En Puente flotante, un hombre recoge a su mujer a la salida de una consulta médica, tras un nuevo análisis. La mujer tiene pelusilla en lugar de cabellera en la cabeza, que se cubre con un sombrero de paja. El hombre está pendiente de otras cosas, salvar la Tierra, acoger a adolescentes abandonados o descarriados, presentar una cara amable y sonriente a los demás. Ella está cansada, agotada…, pero él se empeña en acompañar a la chica que a partir de ahora se ocupará del hogar a la casa donde vive para recoger unos zapatos. Es un día caluroso de agosto, todo el mundo luce una capa de sudor en el rostro. Les reciben los padres adoptivos de la chica. La mujer está al punto del agotamiento, se queda sola en la furgoneta mientras los demás van a refrescarse a la caravana donde viven, hasta que llega un adolescente y la saca de allí. Cuando la protagonista llega al fondo de todas sus caídas sucede algo inesperado.

            En Los muebles de la familia, la narradora recuerda su relación con Alfrida, una prima de su madre con quien tuvo una relación distante y desconfiada. A lo largo de distintos episodios la narradora la evita o habla con ella con desgana. Lo que va conociendo: pronto huérfana de madre, alejada de un padre que forma una segunda familia en la que Alfrida no cabe, solitaria en busca, en casa de la narradora, de calor familiar, hace que el lector se ponga del lado de Alfrida porque no entiende el desdén de la narradora, su displicencia, su indirecto desprecio. En la mayor parte de los relatos de Munro, los hombres aparecen como formando parte del decorado, imágenes distorsionadas en el vaho de los deseos y las acciones de las mujeres. Esta frase pertenece a este relato: “Toda mi experiencia de mujer con los hombres, de mujer que escucha a un hombre y espera y espera verlo afianzarse como motivo de orgullo, tendría lugar en el futuro”.

            Consuelo. Dos matrimonios. “Eran dos seres sin campo intermedio, nada que separase la cortesía formal de la intimidad devoradora. Lo que durante tantos años había habido entre los dos se había mantenido en equilibrio gracias a esos matrimonios. Los matrimonios eran el contenido real de sus vidas”. El marido de Nina, Lewis, es un profesor de ciencias que se toma como algo personal la defensa de la explicación científica de la vida y como una intromisión intolerable los intentos de los fundamentalistas por introducir el creacionismo en clase. Ed tiene una empresa de pompas fúnebres. Kitty, su mujer, una firme creyente anglicana, cree, por ejemplo, en los pequeños milagros que obran los santos en los asuntos de la vida cotidiana. Un día, en una reunión de amigos, ambos, Lewis y Kitty se enzarzan en una discusión tenaz. Nina y Ed se refugian, agobiados, en la cocina. Ed le da un beso en el cuello. Nunca han ido más allá, pero Nina atesora ese momento. Nina y Lewis están convencidos de que la enfermedad mortal (ELA) que ha golpeado a Lewis tiene que ver con la tensión en el instituto por la defensa numantina de sus convicciones por parte de Lewis. La mayor parte del relato es la historia de esa lucha, pero en el caso de Alice Munro, no siempre lo más importante es lo tratado por extenso. Tras la incineración, Ed y Nina tienen una última charla.


No hay comentarios: