
Marías alude entonces durante muchas páginas al coronel Chabert, aquel coronel napoleónico que, tras haber roto la formación de las tropas rusas en la batalla de Eylau, de la que se dice fue la batalla desarrollada en el frío más intenso de la historia, y contribuir con ello a la victoria de Murat, a cuando en los últimos lances de la batalla, el coronel fue derribado de su caballo víctima de un sablazo que le levantó la tapa del cráneo, del occipucio a la ceja, y tras caer bajo su caballo igualmente reventado por un disparo y que dos regimientos rusos le pasasen por encima, fue declarado muerto por dos cirujanos enviados por el emperador y enterrado en una fosa común cerca del campo de batalla bajo los cuerpos desnudos de sus camaradas muertos, pero que, sin embargo, recobró la conciencia y con esfuerzo y suerte pudo emerger de la tumba por encima del suelo nevado para que le atendiese una mujer en su casa antes de ser trasladado a un hospital e increíblemente devuelto a la vida, gracias a la costra de sangre suya y del caballo sobre su cerebro destapado que le habría salvado.
“Hacen mal
los muertos en volver”, exclama el coronel delante de su mujer, Rosina, cuando
después de mucho bregar ante abogados y procuradores para reclamar sus derechos
y ser tomado por un farsante o loco y encontrar por fin a Derville, un
procurador que le escucha con atención y le aconseja llegar a un acuerdo con su
mujer porque un litigio además de muy costoso podría durar mucho tiempo, se
presenta ante ella para exigirle ser reconocido, que se le devuelva el nombre y
la dignidad y también, si no todo, sí parte del patrimonio que le pertenece, y
entonces, Rosina le suplica, entre zalamera y comprensiva, enredando al
coronel, que reconozca a su vez en ella a una mujer de nuevo casada con un
hombre, bien situado en la corte de la Francia de la
Restauración , al que quiere, con quien tiene dos hijos y una
posición que perdería si se supiese que su primer marido no está muerto como
todo el mundo supone sino de vuelta en París.
Esta
historia que trae Marías a su reciente novela, que fue un hecho real muy
comentado, la cuenta Balzac en otra novela, El coronel Chabert. Lo que
cuento es el meollo, pero no todo lo que sucede para que quien lea esto se
anime y vaya a Balzac, y si es posible a la edición que el propio Marías hizo en su editorial Reino de Redonda. Es una novela de no muchas páginas pero de tanta fuerza
que se lee de un tirón a pesar del tiempo que nos separa de su escritura.
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