miércoles, 9 de octubre de 2013

Tierras de sangre I


            “La primera vez, mi mano temblaba un poco al disparar, pero uno se acostumbra. Al llegar a la décima víctima ya apuntaba tranquilamente y disparaba con seguridad a la multitud de mujeres, niños y bebés. Pensaba en que tengo dos bebés en casa a los que estas hordas tratarían igual, si no diez veces peor. La muerte que les proporcionamos fue una muerte buena, rápida, comparada con los tormentos infernales que sufrieron miles y miles en las cárceles de la GPU. Los bebés volaban trazando parábolas en el aire y los destrozábamos disparándoles al vuelo, antes de que sus cuerpos cayeran en la fosa o en el agua”. (Carta de un policía alemán –austriaco- a su mujer). 
            Llama Timothy Snyder Tierras de sangre a los territorios colonizados primero por soviéticos y luego por nazis, desde la Polonia central a la Rusia occidental, pasando por Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos. Lo habitantes de esos países sufrieron horrores inimaginables, primero la ocupación estalinista entre 1933 y 1938, luego la ocupación conjunta germano-soviética, entre 1939 y 1941, la guerra posterior entre ambas potencias, de 1941 a 1945 y finalmente el establecimiento de regímenes comunistas. Asegura Snyder que nunca antes se había asistido a una violencia semejante contra las masas en la historia de la humanidad. Las víctimas fueron los habitantes de esas tierras, judíos en primer lugar, pero también polacos, ucranianos, bielorrusos, rusos y bálticos. El número total de muertos en los doce años que van de 1933 a 1945 los cifra en catorce millones, los años en que Hitler y Stalin coincidieron en el poder. Lo singular de esa cifra es que las víctimas no lo fueron por hechos de guerra, sino de políticas criminales. Si la 2ª Guerra Mundial ha sido el conflicto más letal de la historia, la mitad de los soldados muertos perecieron en esas tierras. “Pero ni uno solo de los catorce millones de asesinados era soldado en servicio activo. La mayoría eran mujeres, niños y ancianos. Ninguno llevaba armas, y muchos habían sido despojados de sus posesiones, incluidas sus ropas”.

            Las cifras son abrumadoras, tan grandes que llega el momento que resbalan ante los ojos del lector porque no puede asimilarlas. Timothy Snyder va alternando las grandes cifras con los casos particulares, recogiendo citas de diarios, tanto de las víctimas como de los verdugos, combinando la bestialidad de las masacres con el horror de los casos particulares, como cuando cuenta el caso de un orfanato, durante la hambruna en Ucrania. Una mujer habla de los estómagos abultados, de los cuerpos cubiertos de heridas y costras, a punto de reventar: “Los poníamos encima de sábanas y gemían. Un día los niños se callaron de repente; fuimos a mirar lo que ocurría y vimos que se estaban comiendo a Petrus, el más pequeño. Le arrancaban tiras de carne y se las comían. Y Petrus hacía lo mismo, se arrancaba tiras y se comía todo lo que podía. Los otros niños ponían los labios en las heridas y se bebían la sangre. Apartamos al niño de las bocas hambrientas y nos echamos a llorar”.

            Las primeras matanzas las provocaron los estalinistas en el periodo que va de 1933 al 1938. Entre el 1939 y 1941 estuvieron equilibradas y finalmente de 1941 a 1945 fueron fundamentalmente alemanas. El horror comenzó con el hambre a que fue sometida la población campesina de Ucrania, primero cuando se llevaron las cosechas, después en el proceso de colectivización. Más de cinco millones murieron por inanición. Según Snyder, “la postura inflexible de Stalin en política exterior durante la colectivización y el hambre en la Unión Soviética ayudó a Hitler a ganar las elecciones de julio de 1932 y de marzo de 1933”.

            El siguiente periodo de matanzas fue durante el Gran Terror, entre 1937 y 1938.  Murieron, siempre según el autor, 681.692 personas. En ese periodo se juntaron los juicios públicos y las purgas en el partido y en el ejército, que no supusieron más de la décima parte del total, la campaña antikulak, especialmente en Ucrania, y la campaña  contra las nacionalidades.


            La invasión y el reparto de Polonia, tras el pacto Molotov-Ribbentrop, dejó 200.000 muertos y un millón de deportados.

No hay comentarios: