Melancolía tras los cristales. Soñamos un tiempo infinito tras nuestras
ocupaciones laborales, en nuestra jubilación, cuando la edad nos encime. Pero
las ilusiones se desinflan fácilmente por los poros. Nosotros cambiamos,
también nuestro entorno. Nunca pasa la misma agua por el mismo río.
“A cualquiera que haya juntado algunos miles de libros en casa, seguro que en algún momento, el electricista o el fontanero de turno habrá exclamado, entre admirado y receloso, ¡pero no los habrá leído usted todos! En efecto, una biblioteca es un proyecto de lectura; se adquieren los que uno quisiera leer, sin poder comprar, como se quejaba Schopenhauer, el tiempo para leerlos. Con los años se acumulan cientos de libros no leídos y, pese a ello, al no desfallecer por suerte la curiosidad, ni la perspectiva de gozo que proporciona la lectura, seguimos comprándolos; en el fondo tal vez porque no queremos reconocer que nuestros días están contados”.Melancolía multiplicada al contemplar los montones de libros que quizá ya nunca leeré, no en ese formato en papel y tapas de cartón, porque son muchos, pero también porque es más cómodo leerlos en los cacharros electrónicos. Aún así sigo comprándolos y leyendo algunos, aunque haya tantos disponibles, tan cerca y tan fácil.
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