martes, 15 de octubre de 2013

El último Elvis

  
            No sé si se puede alargar la metáfora y convertir El último Elvis en imagen cabal de lo que le sucede al país, Argentina. Seguramente no, pero la tentación es grande. De hecho, no sólo Armando Bo II, el director, recurre a ella, un hombre que en todo quiere ser igual a Elvis para no ser sí mismo, también Leila Guerriero en el libro de crónicas editado por Alfaguara, Frutos extraños, aunque a quien suplanta el protagonista de la historia, en este caso, no es a Elvis, sino a Freddie Mercury. Argentina ha sido una cosa y ahora es otra. Admirada y desdeñada, envidiada y compadecida.

            La película trata de un individuo en la mediana edad, Carlos Gutiérrez, que, gracias al don divino de una buena voz, se ha convertido en uno de tantos admiradores-imitadores de Elvis Presley, incluso se hace llamar Elvis. Físicamente no da para mucho, pero no por ello ceja en su empeño de transformarse, de repetir en su cuerpo el destino de su héroe. Tiene mujer, de la que se está separando, e hija –Lisa Marie- en torno a las que ha creado una nube rockanrolera, pero de la que ellas quieren salir. En los días en que se acerca el día en que va a cumplir los mismos años que Elvis tuvo al morir, hay un accidente en el que se ven involucradas madre e hija, pero ni aún así Carlos Gutiérrez es capaz de salir de sus fantasías paralizantes, al contrario, echa el resto y vuela a Graceland para cumplir con su destino.

            La falta de pulso moral mantiene a Argentina en su actual parálisis –en muchos aspectos se parece a España-, viviendo momentos chuscos como en los años en que cambiaba de presidente en un plis plas o, ahora, con el suceso de la enfermedad ocultada de su presidenta. Las élites intelectuales que en otro tiempo dieron brillo al país, que eran la envidia de toda Latinoamérica, han desaparecido, han huido del país o son irrelevantes. Un país grande, en tantos aspectos, ¿qué ha sido de él? Embobada en la ensoñación de ser la Europa de América, el bucle populista del peronismo le ha llevado a su actual embotamiento.

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