sábado, 14 de septiembre de 2013

Catorce (La nada es inestable)

Lawrence M. Krauss, en Un universo de la nada:

“La gravedad cuántica no sólo parece permitir que se creen universos a partir de nada, sino que puede requerirlo así. Así, la ‘Nada’ –en este caso, la ausencia de espacio, de tiempo, de todo: la ‘nada de nada’- es inestable
Es más: cabe esperar que las características generales de tal universo, si dura tiempo, sean las que observamos hoy en nuestro universo”.

“Si vivimos en un universo cuya energía está dominada por la energía de la nada, el futuro es verdaderamente funesto. El cielo se tornará gélido, vacío y oscuro. Aunque, en verdad, la situación es peor. Un universo dominado por la energía del espacio vacío es el peor de todos los universos para el futuro de la vida. Cualquier civilización tiene garantizada la desaparición final en un universo de estas características, privado de energía para sobrevivir. Transcurrido un tiempo inconmensurablemente prolongado, alguna fluctuación cuántica o alguna agitación térmica podría producir una región local donde, una vez más, la vida pudiera evolucionar y prolongarse. Pero eso también será efímero. El futuro estará dominado por un universo sin nada en él que aprecie su inmenso misterio”.

“Hemos descubierto que todos los indicios sugieren un universo que pudo originarse, y es plausible que así fuera, a partir de una nada más profunda –que implica la ausencia del propio espacio- y que quizá un día vuelva a la nada mediante procesos que no requieren de ningún control o dirección externos. En este sentido, la ciencia, tal como ha recalcado el físico Steven Weinberg, no imposibilita creer en Dios, sino que más bien posibilita no creer en Él. Sin ciencia, todo es un milagro. Con la ciencia, queda la posibilidad de que nada lo sea. La creencia religiosa, en este caso, se vuelve cada día menos necesaria y también menos relevante”.

“Si uno sostiene, como hacen tantas personas profundamente religiosas, que sin Dios no pueden existir ni el bien ni el mal supremos –es decir, que Dios decide por nosotros lo que es bueno y malo-, uno puede formularse estas preguntas: ¿Qué pasaría si Dios decretase que la violación y el asesinato son moralmente aceptables? ¿Lo serían entonces?

            Aunque algunos podrían responder que sí, creo que la mayoría de creyentes diría que no, que Dios no decretaría algo semejante. Pero ¿por qué no? Imagino que porque Dios tendrá alguna razón para no decretar algo así. Y otra vez imagino que es así porque la razón indica que la violación y el asesinato no son moralmente aceptables. Pero, si Dios tiene que acabar apelando a la razón, entonces ¿por qué no eliminar del todo al intermediario?” (Steven Pinker, según Lawrence Krauss).

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