2. Tres
deliciosas anécdotas que Fernando Esteve cuenta en El País como ejemplos de que
es posible vivir sin estar atados a la razón economicista:
La primera
se refiere a Joseph Pla. “Una vez se le ofreció trabajar para el Saturday
Evening Post. La oferta, tanto en términos pecuniarios como de prestigio, era más
que suculenta. Ningún auténtico hombre económico la hubiese rechazado jamás.
Sin embargo, Pla lo hizo, aduciendo que ganar “tanto dinero le descabalaría el
presupuesto”.
La segunda
la cuenta Bruce Chatwin en su En la Patagonia : “Cuenta
una conversación tras pernoctar en el hotel de Río Pico, regentado “por una
familia judía que no tenía la noción más elemental de lo que era el lucro”. A
la mañana, al pedir la cuenta, tuvo lugar el siguiente diálogo:
—¿Cuánto le debo por la habitación?
—Nada. Si usted no hubiera dormido en ella, nadie lo hubiera
hecho.
—¿Y cuánto le debo por la cena?
—Nada. ¿Cómo podríamos haber sabido que usted iba a venir?
Cocinamos para nosotros.
—Entonces, ¿cuánto le debo por el vino?
—Nada. Siempre servimos vino a los huéspedes.
—¿Y qué me dice del mate?
—Nadie paga el mate.
—¿Qué es lo que puedo pagar, entonces? Solo quedan el pan y el
café.
—No puedo cobrarle el pan, pero el café con leche es cosa de
gringos y se lo haré pagar”.
La tercera
tiene que ver con el guionista Rafael Azcona. “Sucedió que en un viaje de
Madrid a Zaragoza, Azcona y sus acompañantes pararon en una venta a indicación
de uno de los viajeros, pues en ella “hacían y vendían unas magdalenas
extraordinarias”, y, al parecer, así lo eran. Años más tarde —cuenta Stuart— el
escritor intentó alardear de conocimientos gastronómicos recomendando a unos
amigos viajeros que pararan a comprar las muy recomendables magdalenas, pero
para su sorpresa allí les dijeron que ya no las tenían, que no las fabricaban.
Ante su insistencia por conocer los detalles, el ventero fue impecable e
implacable: “Las pedían mucho”.
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