Ayer, Valle de Viarce, con los Picos de Europa al fondo
“Abril, por supuesto. ¿Recordáis cómo era abril cuando
éramos jóvenes, esa sensación de líquida impetuosidad y el viento extrayendo
cucharadas azules del aire y los pájaros fuera de sí en los árboles que ya
habían echado brotes?” (Antigua
luz, John Banville).
En parte tenía razón el poeta cuando señaló que “abril es el mes más cruel”. Lo venía pensando esta mañana cuando me alejaba de la ciudad en bici y veía el campo encelado, los pájaros con sus trinos nerviosos y los ánades bramando con voz áspera y profunda junto al río. Ayer y hoy todo es luz, luz lujuriosa en rededor de la ciudad, con la fuerza agregada de las lluvias intensas del pasado mes de marzo. Los muñones se abren de una hora a otra. Podría detener los ojos en un árbol y contemplar la violencia de la vida. Podríamos decir que ayer se inauguró la primavera. No es sólo que la naturaleza se desparrame o que la gente salga decidida a la calle y ofrezcan sus brazos desnudos al sol, todo en el aire es impulso. Así que es comprensible que los débiles, los enfermos, los deprimidos piensen en un día como hoy: “Comienza la vida, la gran fiesta anual, y yo no estoy invitado, por qué seguir”. No hay más que mirar los periódicos para ver cuántos famosos se despiden de este mundo en estos días, lo mismo que ocurre en noviembre cuando la luz se apaga y se entra en las tinieblas. Cada cual puede hacer recuento de sus muertos, conocidos y allegados. El cambio estacional tiene esa doble cara, los henchidos de vida que comienzan a bailar y los que se apagan, que deciden que ya no pueden más.
En parte tenía razón el poeta cuando señaló que “abril es el mes más cruel”. Lo venía pensando esta mañana cuando me alejaba de la ciudad en bici y veía el campo encelado, los pájaros con sus trinos nerviosos y los ánades bramando con voz áspera y profunda junto al río. Ayer y hoy todo es luz, luz lujuriosa en rededor de la ciudad, con la fuerza agregada de las lluvias intensas del pasado mes de marzo. Los muñones se abren de una hora a otra. Podría detener los ojos en un árbol y contemplar la violencia de la vida. Podríamos decir que ayer se inauguró la primavera. No es sólo que la naturaleza se desparrame o que la gente salga decidida a la calle y ofrezcan sus brazos desnudos al sol, todo en el aire es impulso. Así que es comprensible que los débiles, los enfermos, los deprimidos piensen en un día como hoy: “Comienza la vida, la gran fiesta anual, y yo no estoy invitado, por qué seguir”. No hay más que mirar los periódicos para ver cuántos famosos se despiden de este mundo en estos días, lo mismo que ocurre en noviembre cuando la luz se apaga y se entra en las tinieblas. Cada cual puede hacer recuento de sus muertos, conocidos y allegados. El cambio estacional tiene esa doble cara, los henchidos de vida que comienzan a bailar y los que se apagan, que deciden que ya no pueden más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario