Arroyo de Valdivielso y desde ahí
hacia la Sierra
de Tesla. Buen tiempo, con una boina oscura casi negra sobre nuestras cabezas,
pero que no se decide a soltar lo que lleva dentro. En dirección al norte hacia el gran farallón
calcáreo de la Tesla ,
pasamos por el desfiladero de Arroyo; por el camino algunos regatos de agua y
algo de barro; la nieve ha desaparecido con las intensas lluvias de los pasados
días. Al adentrarnos en el bosque nos saluda el trino del chochín, el pajarillo
con más potente voz en relación a su peso.
Comarca donde se juntan el bosque
Mediterráneo y el Atlántico, la encina y el roble, el pino y el haya o el
quejigo, entre la montaña cantábrica y los páramos de la meseta. Tres
variedades de pinos, primero el negral o resinero, propio de la tierra, con
piña y acículas grandes, después el silvestre, de corteza más rojiza, con piñones y acículas
pequeños, originario del norte de Europa, de cuando la glaciación; más arriba, el pino laricio, de corteza plateada, que anda contaminado con una enorme
plaga de procesionaria, replantado.
Cuando cogemos altura avistamos
una pareja de águilas reales y a su alrededor una bandada de chovas
piquigualdas que gira a favor de la térmica. En un estanque vallado, donde
paramos para tomar un tentempié, un par de salamandras desovan.
En la bajada, hacia la otra
pendiente del valle, hacia el sinclinal de Valdivielso, el paisaje se adensa,
con una vegetación más apretada, brezos, boj, madroños. Bajamos hasta la
cascada de Tartalés del Monte, al otro lado del pueblo. Trae el agua de las
últimas lluvias y hace juego con el túnel que horada la roca para que pase la
carretera.
La senda que bordea el bosque ha
sido ensanchando no hace mucho para recoger el fruto de la tala, cuyos restos quedan en los
bordes. Hay un aprisco de paredones, donde
antiguamente encerraban al ganado. En ese corral natural comemos. Ascendemos en
busca del portillo que nos de paso hacia el otro valle el de Valdivielso, y por
un sendero moteado de hepáticas y prímulas, hasta La Hoz.
El paisaje desde el
cordal es espectacular, se domina el valle, los pueblecitos que lo motean y el
roquedal cercano, continuación del que nos aguanta para fotografiarlo, intuimos
allá abajo el Ebro, el padre que ha horadado el valle y lo ha fertilizado.
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