Basta salir del centro urbano para topar de inmediato con lo
que los barrios deben a los munícipes pasados y presentes. Nada. O casi nada,
una desatención casi absoluta, todo a medio hacer o ni siquiera por comenzar. Las
calles y vías deterioradas cuando parecen haber sido acabadas, los cables del
tendido, las aceras de brea o con los baldosines levantados.
Ni siquiera la
zona del parque tecnológico de la universidad, que, ahora descubro, tiene una bonita
charca, como el mismo parque en Castelldefels. Ciudad en construcción, barrios abandonados. Y
la gran barrera de la vía del tren que los separa del centro urbano, que las
maravillas del Ave había de solucionar. ¡El gran proyecto! Estancado.
El día cubierto, con nubes que se van cerrando, que a última hora de la tarde se abrirán, permite dar
un contexto de sombras y grises a las zonas más desfavorecidas, como esos barrios nuevos que han quedado a medio camino hacia ningún sitio, pero hay cosas
que no se salvan. El cerro de San Cristóbal, donde aún campea el monumento a
los héroes caídos, después de tantos años, después de tanta reconciliación.
Esta ciudad, hasta donde yo sé, tiene las esculturas más
horrísonas, véase esta cosa de las sillas, mamarrachada a lo grande, que tapa la entrada al hospital más
moderno.
Obra de un escultor que la ciudad conservadora privilegia sin un serio motivo. O yo lo desconozco. Con un museo del que no tengo noticia de que alguien haya visitado, con obras en varias encrucijadas. Supongo que en algún momento, por el honor de la ciudad, alguien se
atreverá con ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario