¿Por qué me incomoda tanto esta fotografía -no la puedo ver sin un retortijón-, tan semejante a
muchas otras, donde la propia foto se hace más importante que aquello a lo que
se refiere? ¿Por qué la premian? ¿Qué añade como información, sino el énfasis a
que los palestinos nos tienen acostumbrados, llevando a un segundo plano el
suceso, ya sea el dolor o la injusticia? ¿Qué ofrece como arte y, por ello, desmaterializando lo que enseña? ¿Qué aporta ese preciosismo, ese juego de luz
y sombras, de hiperrealismo que convierte el hecho en guión y trama, el suceso en pose de estudio, el dolor, si lo hay, en simulación, la realidad
convertida en puro cuento? ¿Por qué premian una cosa tan tramposa que no es
periodismo porque despoja al hecho de su autenticidad, de su dignidad de cosa única, y al arte, al punto de vista original, de espontaneidad, de evento único porque nos suena a
repetición, a cosa vista, a redundancia?
Lo mismo me pasa con Pa negre o Pan Negro que acabo
de ver en un pase de televisión, tan premiada y valorada por la crítica esta película. Los
mismos síntomas, el esteticismo de la pobreza y la humillación, la recreación
de la miseria que me resulta una especie de pornografía del mismo tipo que en
la novela burguesa o en las obras de caridad de los ricos que tanto servía para
que la señora acudiese con sus monedas sobrantes a los
miserables como para que el señor se excitase con los rotos, las heridas y las
roñas de los chicos o de las niñas o de las sirvientas para su placer personal. Morbo. Me disgusta, me repugna, me revuelve las tripas esta estética de la miseria que
no es otra cosa que estética miserable. ¡Y la premian! ¿Quiénes la premian?
Seguramente los mismos que se distraen o gozan con la miseria del mundo que da sentido a su vida.
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