viernes, 8 de febrero de 2013

Relatos de Alice Munro



1. Una mujer recibe la noticia de la muerte de su madre. Su padre se lo cuenta al teléfono con los modales reservados del campesino que siempre fue. Entonces empieza a recordar. Recuerda su infancia, la casa donde vivían, a su tía Beryl. Recuerda un momento concreto, y para ella dramático, un intento de suicidio por parte de su madre, cuando una vecina, la señora Sutcliffe, la salvó. Se recuerda corriendo cuesta arriba para pedir ayuda en el taller. Su padre pasaba la mayor parte del tiempo en el taller, había otras mujeres en su vida. Sin embargo cuando su tía Beryl cuenta el mismo hecho los recuerdos no coinciden, hasta el punto de que ya no está segura de cómo sucedieron las cosas y ya no volverá a contar el suceso como tan a menudo lo hacía.

2. Stella se ha instalado en una casa que su padre construyó para pasar el verano. Su padre ahora está en una residencia. Un día, mientras está cuidando el huerto de la casa, viene a visitarla David, su antiguo marido, con el que vivió 21 años. Le acompaña su novia Catherine. Catherine es delgada pero lleva un vestido con falda de vuelo y mangas largas y ondulantes, de algodón muy fino, con tonos del fucsia al rosa, no muy adecuado para el campo. Stella y David hablan de la época en que estaban casados. Tenían que hablar bajo las sábanas porque las paredes de las habitaciones no llegaban hasta el techo. David es muy peculiar, digamos que le gusta la procacidad. En realidad está medio enrollado con Dina, a la que hace lo posible por telefonear para ver si está sola o acompañada, dispuesto a sufrir por ello. Cuando vivía con Stella hacía cosas parecidas, por ejemplo  rozaba la pantorrilla de una vecina mientras estaban todos a la mesa.

3. Los personajes van apareciendo sucesivamente, Colin y Davidson, el director del colegio, Ross con sus dos sombreros, uno puesto encima del otro, Sylvia, tan despreocupada, tan habladora, Glenna, sonriendo a Ross, siguiéndole las bromas, ayudándole a reparar el viejo Chevrolet, Lynnette en el carrito, Eddie con aquella elegancia un tanto atrabiliaria, pantalones a cuadro amarillos y marrones, la camisa amarilla y el pañuelo rojo, y Nancy, profesora de francés de octavo y antes de parvulario, con su preocupación insistente por aquel motor tan grande encajado en un coche tan pequeño y el peligro de que se rompiese el eje. Cada uno con sus peculiaridades, sus rarezas.
-“Ross es tan listo como tú, pero su inteligencia va por otro lado” -, le había dicho Sylvia, su madre, a Colin.
Cuando Colin conoció a Glenna pensó que alguien le había bendecido con una suerte inmensa. Ella se iba a interesar por sus asuntos, es decir por Ross, tanto como él, o eso creyó. Sylvia contaba una y otra vez las anécdotas que todos conocían. A Colin no le gustaba nada que contase la fiesta de su veinticinco aniversario de casada –sin cónyuge, porque su padre les había abandonado-, aquella vez que el grupo de chicos había encontrado una escopeta en un coche y el había disparado sin querer y Ross había caído al suelo con la cabeza llena de sangre. El se había subido al puente de hierro abandonado del río Triplady, cuando todo el mundo lo buscó, antes de que le dijesen que Ross no tenía nada.

4. Una mujer emprende un largo viaje durante cinco días para pasar las vacaciones en Ontario donde está y padre y la familia de su marido, Andrew. Junto a sus dos hijas parten de la Columbia Británica y habrán de atravesar montañas, autopistas y carreteras interestatales por el norte de EE UU. En Ontario permanecerán cinco días y necesitarán otros cinco para volver al domicilio familiar. El reato comienza con el recuerdo de un suceso de infancia, el cuerpo sin vida de un compañero de infancia de la mujer, ahogado en el río. Un niño que vivía con su padre en una cabaña de madera que no reunía las mejores condiciones. Como es verano en el interior del coche hace mucho calor. Abren las ventanas delanteras, beben refrescos. La hija menor parece que tiene fiebre. Deciden hacer una parada en Miles, Montana. Allí, junto a un parque hay una piscina, pero llegan en mal momento: está cerrada por que están en el descanso del mediodía. No obstante la mujer convence a la socorrista para que las niñas puedan darse un chapuzón. Andrew y ella se quedan en el coche hasta que ella se pregunta “¿Y las niñas?” Corre hasta la verja de entrada y solo ve a la mayor, que le dice que no sabe dónde se ha metido su hermana. Avisa a Andrew y este de forma difícil de explicar salta una valla muy alta. La pequeña flota boca abajo sobre la piscina. El padre la saca y ve con alivio que no tiene nada. La madre repasa culpabilidades: la hermana descuidada, la socorrista que estaba besándose con su novio, ella misma que había ido a comprar refrescos. Lo que podía haber ocurrido, lo que le pasó al niño semiabandonado de su infancia.

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