sábado, 9 de febrero de 2013
El sol dorado resbala sobre las olas
Camino por mi paisaje mental, al mismo tiempo que por la playa. Al fondo el sol que se derrite en el horizonte de nubes, hacia el oeste. Las olas rompen contra mis botas y cuando se retiran dejan destellos iridiscentes. A lomos de las olas el sol rebota y deslumbra. De ahí sacaron los pintores antiguos el dorado con el que ennoblecían el fondo de sus cuadros religiosos. Se hunden las botas en la arena prensada y húmeda mientras hago cosecha de conchas recién expulsadas del mar.
Conversamos. Salen a relucir los filósofos antiguos y las políticas viejas del presente. Las palabras se enredan en la espuma que bate la playa como el semen que arrastraba Venus al llegar. Habla Quevedo a través del rompiente, inimitable, haciendo niños o preciosos ridículos a sus imitadores. El Buscón, Las zahurdas de Plutón, adelantándose a Joyce en siglos, intraducible y por eso tan poco valorado. Sólo puede ser comprendido por quien domine el idioma, su idioma, el nuestro. El idioma entero ya está explorado en el XVII, después copia o imitación, obras segundonas las que han venido detrás. ¿Tendrá una segunda vida el español en la América de México y el Caribe? Ahí se habla y escribe ahora el mejor español, pero le falta un poder imperial para asentarse.
¿Era Castilla o era España la de Quevedo? ¿La España derrotada en 1492 o la Castilla que pierde el futuro en 1521? La nostalgia aristocrática de la España de las minorías culturales, la España morisca, la España judía. El futuro burgués truncado de los comuneros.
Eso nos lleva a Castilla y Cataluña, el doble complejo de inferioridad que se alimenta. Es curioso que ambas celebren sendas derrotas, 1521, 1714. Cataluña victimista, Castilla admirando la Cataluña moderna, ambas buscando a quien despreciar, mirando al sur. Una generalización, sin duda, pero no tanto si las élites están presas de esas tradiciones tan negativas.
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