¿Por qué Lincoln
se ha quedado sin los premios que parecía merecer en los Óscar de este año? Ya
se sabe que suele haber grandes películas que ni siquiera son nominadas -este
año, por ejemplo, The Master- pero esta peli de Spielberg está bien hecha,
muy bien interpretada, el guión medido, ritmada –en la carrera para conseguir
los votos de los legisladores necesarios-, muy bien trabajada en la producción,
en la escenografía y en la iluminación, en los decorados, en la ambientación,
en la caracterización de los personajes del drama –qué gran conjunto de actores-,
hasta en los más pequeños detalles. Incluso el tema, la disputa política en
torno a la aprobación de la
Décima Tercera Enmienda que igualaba a los negros en derechos
es un gran tema, la enmienda que prohíbe la esclavitud, uno de los grandes
temas de la constitución de EE UU, de su historia, incluso la Guerra de Secesión aparece
en un segundo término para dar preeminencia al asunto, una peli con empaque, con
fuerza moral. Gran producción, gran fresco histórico, podría decirse.
¿Por qué no
ha llegado al corazón de América, como les gusta decir? La peli en realidad es
una hagiografía de Abraham Lincoln, lo santifica hasta el punto de que no
aparece en él la menor mácula, todas sus acciones y palabras aparecen dirigidas
en la misma dirección, impelidas por un destino insoslayable, aprobar la
enmienda, abolir la esclavitud, aun cuando eso suponga soslayar a los
negociadores del sur, ignorarlos para no tener que pactar con ellos el fin de
la guerra a cambio de olvidarse de la enmienda. Si el individuo Lincoln tuvo
puntos oscuros no se ven, incluso su asesinato aparece como consecuencia de ese
destino, el nimbo que lo culmina. Spielberg, su cine, en general es eso, un
tema encaminado hacia la emoción, hacia la conmoción sosegada del espectador
que ha de identificarse por fuerza con los valores morales que se exhiben.
Quizá el público esté ya cansado de mostrarse bueno o de identificarse siempre
con la bondad irrestricta y quiera algo más de marcha, sobre todo si nota que
falta algo de veracidad, que quizá las cosas, la realidad, no son ni fueron así,
los buenos y los malos perfilados con tanta nitidez, como aparecen en esas películas.
Quizá el
defecto mayor esté en que la voluntad de ser un retrato fiel de lo que ocurrió,
de ser fiel a la historia, de mostrar la realidad de entonces hasta un punto de
hiperrealidad, haya sido percibido como una estafa. La peli ha sido proyectada
en la Casa Blanca
y también ante senadores y congresistas lo que ha irritado a alguno de ellos:
“Son meticulosos hasta en el tic tac del reloj, por eso no entiendo por qué no lo son en el punto álgido del largometraje”, insistió indignado el congresista Joe Courtney sobre el hecho que dos conocidos abolicionistas de Connecticut salgan en la película votando en contra de la abolición de la esclavitud. Spielberg no ha entrado en la refriega, y varios políticos han solicitado una nueva versión antes de que el DVD se reparta en las escuelas como si fuera Historia. Su guionista y también candidato al Oscar, Tony Kushner, no mejoró la situación cuando dijo: “Es aceptable manipular pequeños detalles” en aras de mejorar el dramatismo.
No sólo le
ha pasado a Lincoln, también otras películas han sufrido esa criba, el prurito
de verdad: Django desencaenado, pero sobre todo La noche más oscura. Esta peli, sobre el asalto a la morada de Bin
Laden, recogía detalles de cómo fue la operación, pero quizá no fue veraz en lo
esencial, que la tortura fuese necesaria para dar con el paradero del líder de
Al Qaeda.
El mundo
está cambiando y cada vez se toleran menos las manipulaciones, los inventos, la
mezcla de ficción y realidad:
“Tienen la obligación moral y social de contar las cosas como fueron", dijeron al alimón los senadores demócratas Dianne Feinstein y Carl Levin y el republicano y aspirante a la presidencia John McCain, refiriéndose a la peli de Kathryn Bigelow.
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