La película comienza en una playa del Pacífico, acabando la Segunda Guerra Mundial. Un
hombre yace junto a una mujer de arena, se la folla. También acaba así, con el
mismo hombre recostado junto a una mujer de arena. La peli cuenta la historia
de ese hombre, un náufrago de la guerra, su vuelta a casa con los traumas
adquiridos, tras haber librado la batalla por la libertad. Encuentra a El Maestro,
entabla con él una relación compleja, de liberación o encadenamiento o las dos
cosas. En torno al Maestro gira su familia, los entregados a la causa, los críticos,
la efusión y la miseria.
Hay dos escenas para explicar de qué va la cosa, una visual,
otra oral. Muy al comienzo, en un gran almacén, 1950, aparece una gran señora que
luce con elegancia un abrigo de visón, distante, hermosa, con pasos firmes. Le oímos
que canta, 59,90. Es el precio del abrigo, lo exhibe para venderlo. En la escena
siguiente vemos la fragilidad que se esconde bajo el visón. Una secuencia
admirable, me recuerda a Kubrick.
Hacia el final, el hombre, cuyo adiestramiento o
escolarización o iniciación no ha culminado, acude a la llamada del Maestro
desde Inglaterra. El espacio donde le encuentra es enorme, catedralicio: el
Maestro está tras una mesa de madera noble y ante un gran ventanal que tamiza
la luz. Hablan. El hombre llega devorado por la angustia, demacrado. Dice el
Maestro algo así como: Ve, recorre el mundo y si encuentras a un hombre libre,
que no dependa de nada o de nadie, vuelve y cuéntanoslo. Le dice más, si te vas
no vuelvas, no nos veremos más. ¿Ni siquiera en otra vida? No, si nos
encontramos en otra vida serás mi peor enemigo.
Paul Thomas Anderson sitúa el contexto de la relación entre
el hombre (Joaquin Phoenix) y el Maestro (Philip Seymour Hoffman) en el
comienzo de la historia de una nueva religión, la Cienciología , pero
podía haber buscado otro distinto para lo que quiere decir. ¿Qué quiere decir? La religión
no es asunto fácil, es algo que sucede en las oscuras dependencias de la mente.
Cada individuo, creyente o no, lo vive de forma diferente. Cuando nos
enfrentamos a una obra como The Master, que pretende asomarse a esas
oscuras dependencias, la reacción de cada uno de nosotros por fuerza ha de ser distinta, aunque
no todo el mundo está dispuesto a penetrar ahí ni a abrir sus ventanas
interiores.
Anderson traza unos retratos complejos de los dos
personajes, exagerados y densos, atractivos y desquiciados, como son los
personajes de una obra clásica, particulares en el detalle, universales cuando
los devora el espectador. No hay una narración lineal, no sucede lo que se
espera, tampoco hay sorpresas ni deslumbramientos. ¿Qué sucede en nuestras vidas?
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