Después de
ver La noche más oscura no puedo escribir que el nuevo año se inicia con
dos grandes películas y media. He visto esta y The Master, me queda por
ver El hombre de las sombras, todo sea a cuenta de los Reyes Magos,
porque ir al cine en estos tiempos es un gasto que hay que pensarse.
La peli es grande sin duda por la grandísima campaña
publicitaria que le han hecho, no se si espontánea –esos largos reportajes periodísticos-
o bien alimentada, supongo que lo último es más cierto. Es grande por la
producción: hay una pasta gansa invertida en ella. Pero no es grande por lo que
nos han querido transmitido, y por lo que muchos hemos aflojado el bolsillo, un debate en torno a la tortura como medio para obtener información
más o menos necesaria. Tampoco lo es como investigación histórica sobre un
suceso reciente: la persecución y eliminación del líder de Al Quaeda. Hasta el
título que le han dado los traductores confunde: no hay poesía dentro.
No se puede
negar la gran factura técnica de la peli, pero eso se da por hecho, viniendo de
donde viene, tampoco que esté bien tramada, aunque salvo el asalto final apenas
haya escenas espectaculares, o que no sea absorbente a pesar de sus 157 minutos
de metraje. Pero hay que esperar más de una supuesta película grande,
mucho más si quiere quedar como obra maestra.
Qué falla.
Primero la intención supuesta de sus fabricantes de ir más allá de una buena fuente de
ingresos. Se ve con claridad que ese ha sido su objetivo, los ingresos. Todo lo demás falta.
La tortura no existe como tema dentro de la peli, si acaso, muy
tangencialmente: no hay ningún personaje a quien semejante asunto quite el sueño,
al contrario, ni creo que haya nadie viendo la peli que sienta su
conciencia removida antes irse a dormirse. Los
personajes son meras marionetas de la trama, profesionales del espionaje o de
la política con un objetivo a la vista, claro, preciso, contundente, la eliminación
de Bin Laden. Nadie pone nada en cuestión. Tampoco el espectador tal como se le
ofrecen los hechos.
Hay un
segundo asunto. ¿Tiene algo que ver la peli con los hechos a los que se
refiere? Se ha aludido en esos
reportajes periodísticos a la parte documental. No hay tal. Es posible que los
guionistas hayan tenido acceso a informaciones más o menos secretas sobre cómo
ocurrieron las cosas, pero si la han utilizado sólo ha sido para conseguir verosimilitud,
algo tan necesario en el cine, no para presentar con pulcritud un suceso histórico.
Cuando uno
se sienta en la butaca y ve lo que ve, no se siente engañado, la directora, Kathryn
Bigelow, y su equipo nos dan una película de género, bien confeccionada, que
recompensa ampliamente el dinero pagado y que merece los premios que le den sus
compañeros de gremio. No hay nada que juzgar, ningún asunto moral que
dilucidar, ningún nudo gordiano que cortar. Consumimos un artefacto perfectamente
fabricado, con su lacito y todo en la noche de reyes como ha sido mi caso. La
peli por tanto está muy bien, pero eso es una cosa y otra una obra maestra.
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