lunes, 28 de enero de 2013

Los "Quijotes" de Hartzenbusch en la Rivadeneyra



            Pestes suelta Fernando Vallejo de Juan Eugenio Hartzenbusch por sus ediciones de los clásicos en la famosa Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra. Elogios le prodiga en cambio Francisco Rico a su edición de los Quijotes de Argamasilla de Alba, de 1863, en dicha Biblioteca, y cicateras llama a las críticas que ha recibido el autor y editor del siglo XIX por exigirle lo que no podía ofrecer en su tiempo. Vallejo habla de atropellos y refundiciones de las obras clásicas cometidas por los editores de la colección de Rivadeneyra, que no habrían establecido sus textos sobre ediciones originales o príncipes. Y aconseja a su héroe Rufino José Cuervo, que las utilizaba en Colombia porque no tenía otra opción para hacer su monumental Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana: “Lo que ha debido hacer usted con los atropellos de la Biblioteca de Rivadeneyra a los clásicos era quemarla”.

            Y el propio Rufino José Cuervo, a quien Vallejo dedica su libro El cuervo blanco, habla de que “la arbitrariedad con que Hartzenbusch trató el Quijote, alterándolo en una edición de un modo y en otra de otro, basta para probar que en el presente siglo este género de estudios  no ha adelantado mucho entre nosotros. El mismo escritor (eminente en otros conceptos) dejó en nuestra Biblioteca rastros de su funesta manía de corregir, que debió de pegársele de los refundidores a la francesa”.

            Francisco Rico, en su erudito y ameno Tiempos del “Quijote”, reconoce la falta de formación filológica de Hartzenbusch pero no hasta el punto de aceptar que sea “un editor caprichoso que procede sin orden ni concierto y corrige al autor a tontas y a locas. Pero en realidad nadie antes había dedicado al texto del Quijote una atención tan minuciosa y detenida (acaso nadie ha vuelto a dedicársela después) y nadie había percibido tan claramente sus problemas, ni, por supuesto, apuntado los caminos para resolverlos”. Por ello alaba Las 1663 notas que Hartzenbusch puso en la edición foto-tipográfica del Quijote de Argamasilla de Alba.

            Rico recuerda este retrato que Emilio Castelar le hiciera a Juan Eugenio Hartzenbusch: “pasó de oficial de carpintero a tornero de sillas, de tornear sillas a escribir taquigráficamente, de escribir taquigráficamente a verter dramas franceses al español, de verter dramas franceses a urdir arreglos de las comedias antiguas para el teatro moderno, de urdir arreglos en obras ajenas a idear alguna propia”, a lo que Rico añade “de presentarse a una plaza de conserje en la Real Academia Española a entrar en ella como numerario, de empleado a director de la Biblioteca Nacional, manteniéndose siempre tan “sencillo de costumbres, afable de trato y humilde como al tornear sus últimas sillas en la carpintería”.

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