domingo, 27 de enero de 2013

De Sabero a Las Salas



            Los días tan cambiantes de este enero, ayer, tan lleno de luz, este atardecer, un manto de tristeza sobre la ciudad, atenazada por la grisura: las nubes pasajeras dejando caer la fina e insistente lluvia. Toda la luz ganada desde hace un mes fundida en este pesimismo que se mete por las venas. El silencio de las tardes de domingo, ya sin transistores, sin aquel nerviosismo pegadizo que llevaba a los hombres por la calle con el cacharro en la mano a grito pelado esparciendo goles. ¿Dónde está hoy aquella canción?

                                                                                            
            Y sin embargo ayer en la montaña nevada de la comarca hullera de León sólo había sol. De Sabero a las Salas. Una nieve que crujía bajo las botas, con las huellas recientes de corzos –tan elegantes como la apostura del cérvido peninsular- y jabalíes y un tejón en lo alto de la cuerda intrigado por aquella hilera de colores que subía. Apenas algunas placas de hielo, pocas, y un ligero rebozo de nieve afilada por la lluvia caída el día anterior. Días cambiantes, no menos que nuestras vidas solitarias, conversadas, que buscan en la montaña compañía y calor.


            Seguimos la ruta de la minas y luego el sendero asentado sobre la calzada romana de la época de Augusto. Desde Valdoré, ese valle dorado de los robles que ahora lucen amarronados y mustios, bordeando el Esla, con el Peñas Pintas al fondo.


            Termina el día con el viento que pasa entre las rendijas de las ventanas mal cerradas, con la música olvidada de la infancia, de cuerpos arrebujados ante leños que chisporrotean. 

No hay comentarios: