lunes, 21 de enero de 2013

Django desencadenado



            En las pelis que recuerdo de Tarantino el comienzo suele ser espectacular, la invitación a un festín en el que olvidándonos de la vida perra vamos a pasarlo en grande. Uno de los mejores es sin duda el comienzo de Malditos bastardos. Sin embargo, no en todos los casos lo que sigue cumple con las expectativas. Eso ocurría con esa película pero también con esta larga Django desencadenado, cuyo metraje central no tiene la tensión del comienzo o del final. 165 minutos son demasiados, aunque, aseguro, nunca he mirado el reloj.

            La peli busca su inspiración en los spaghetti western españoles e italianos rodados en Almería y por ello la mayoría de los personajes son previsibles, caricaturescos, paródicos, el dentista alemán cazarrecompensas, el negro liberado convertido en vengador enamorado o el jefe de la plantación, todos ellos enriquecidos por Christoph Waltz, Jamie Foxx o Leonardo DiCaprio respectivamente. La peli está llena de bromas, disparos, diálogos groseros y mucha salsa de tomate. Divierte como era lo esperable, tanto como aquellos viejos western.

            Sin embargo hay un grandísimo hallazgo en la peli, un figura que sin duda ha aparecido otras veces en la literatura y el cine pero que, creo, es aquí donde adquiere carta de naturaleza y referencia para que pase a formar parte de la historia de los grandes personajes, un tipo curioso de villano, el representado magníficamente -tanto que me ha costado saber quién era- por Samuel L . Jackson. Como las injusticias existen, es seguro que no recibirá ningún premio por este papel. ¿Por qué es un hallazgo? Porque representa a ese tipo de individuos que, en contra de su condición, son tan necesarios para que el poder más odioso consiga mantenerse y perseverar. El policía judío que vigilaba a sus correligionarios en los campos nazis, la mujer islámica guardiana de la sharía que inculca en sus hijos e hijas la constricciones coránicas, el inmigrante extremeño que ingresa en ETA para asesinar a sus coterráneos, el político andaluz que acepta un puesto de dirección en un partido político catalán para convalidar un sistema de privilegios y de exclusión. Aquí el negro que se convierte en el más duro vigilante para que los negros acepten su esclavitud. La historia está llena de esos tipos que aceptan una mejoría relativa de su estatus a cambio de su disminución moral.

            No es extraño que algún crítico no haya entendido a este personaje, es una incapacidad arrastrada durante décadas por su periódico, por algunos intelectuales y políticos y en general por todos aquellos que están dispuestos a semejantes transacciones. Sólo por eso merece la pena la última peli de Tarantino.

2 comentarios:

manipulador de alimentos dijo...

Una decepción 'Django', no me esperaba un clásico pero sí una película más divertida. Apenas aparecen esos diálogos crujientes marca de la casa, y como siempre, qué pena que sus pelis estén tan vacías. ¿Cuándo encontrará messieur Tarantino algo para lo que tan bien sabe hacer: contar? Un saludo!

Toni Santillán dijo...

Estoy casi de acuerdo contigo. La peli tiene muy buenos momentos.