Acabo de ver con breve intervalo dos pelis que tienen por
protagonistas a discapacitados. Ante este tipo de pelis mi impulso primero es
huir, no querer saber nada de ellas. La francesa Intouchables la vi casi
porque no tenía otra opción: en un viaje de vuelta en autocar, la pantalla la
tenía delante de mis narices, fuera oscurecía y no podía leer, tampoco tenía
sueño, así que mis ojos no tenían otra cosa que hacer. Dejé que las imágenes
resbalaran en mi retina. Resultó que el segundo protagonista, un joven negro que
hace de asistente, ayudante o enfermero del discapacitado estaba construido con
gracia: simpático, dicharachero y algo más complicado de lo que podía parecer a
simple vista. Todo lo demás era inverosímil, peliculero, completamente irreal.
Un discapacitado rico con todas las comodidades posibles que envía cartas de amor
a una desconocida, no sólo eso sino que al final tiene una cita con ella,
gracias a los buenos oficios del asistente negro, y la chica no sale corriendo. En
fin, probablemente los productores de la peli la concibieron precisamente pensando
es espectadores de autocar adormilados.
Bien distinta es Hasta la vista. La pasaron el año pasado en la SEMINCI , donde ganó la
espiga de oro, pero no tuve ocasión de verla, ahora la acaban de estrenar comercialmente
y para verla hay que pasar por taquilla. En esta peli flamenca los
discapacitados son tres: un ciego, un tetrapléjico y un canceroso terminal que
también va en silla de ruedas. También aquí los recelos estaban a flor de piel,
pero las críticas y comentarios que he leído le daban un margen de confianza. Y
así es, los guionistas han hecho lo posible por huir de la compasión, de la lágrima
y de la cursilería y les ha salido una peli aceptable. Además el punto de
partida es ingenioso y sorprendente, una road movie con discapacitados:
tres muchachos llenos de vida, de optimismo y de voluntad, a los que les gusta
el vivo y sueñan con mujeres y que deciden correrse una juerga en España. Los
tres son vírgenes y quieren que les desvirguen en el puticlub El Cielo en Punta
del Mar. Para semejante apuesta han de saltar por encima de poderosos obstáculos:
la oposición familiar, conseguir una furgoneta adaptada y alguien que la lleve –y
aquí entra en juego el cuarto personaje de la trama, a tono con los otros tres-,
arrojarse al camino, solos por vez primera, sin nadie que vele por ellos. Quizá
se eche en falta algo más de desmadre tal cómo se plantean las cosas de inicio,
hay gags cómicos pero se esperaban más. Por supuesto adopta la forma de la
comedia y salvo momentos muy puntuales no asoman las espinas del drama, pero a
los personajes se les trata con respeto, sin que en ningún momento se ofenda su
dignidad y hasta parece verosímil que algo así pueda ocurrir.


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