martes, 18 de septiembre de 2012

Enrique VIII en los Teatros del Canal


            Enrique VIII se representa por vez primera en los escenarios de España. No es una obra madura como puedan ser las que más nos suenan, porque para Shakespeare los sucesos estaban cercanos y los poderosos de quienes habla aún tenían sus garras sobre la sociedad isabelina de la que el autor inglés habla. La soberana no podía mirar con complacencia la figura de su padre que aparece en el escenario, un rey que retuerce las voluntades y cambia las leyes políticas y religiosas por el puro capricho de satisfacer sus instintos. Aún así la despiadada lucha por imponer una política, por reforzar una influencia, por manipular a la opinión en el propio beneficio aparece en los discursos de los personajes con la despiadada desnudez con que Shakespeare acostumbra, en especial en el más redondo de todos, el del cardenal Wolsey, bien servido y declamado por Jesús Fuente en los Teatros del Canal. Los otros personajes son más genéricos y no es tan difícil para los actores moldearlos, como el Enrique VIII de Fernando Gil, que lo lleva por el escenario con la colérica energía de un Nicholas Cage o el contrapunto de una Catalina de Aragón de gran presencia escénica gracias a Elena González, a la que falta texto para ser un personaje redondo. Los demás, Gardiner, Norhfolk, Suffolk, Buckingham, quedan algo difuminados tanto por falta de definición como por los actores, a los que apenas se distingue unos de otros. Mención aparte para Cranmer que aparece, en feliz idea, como un Rasputín –melena larga y ondulada, hábito de monje de gran vuelo, pálido- al que Jesús Teyssiere no pone retorcimiento para darle mayor credibilidad, y para Ana Bolena, que representada por Sara Moraleda como una mozuela de bachillerato no tiene cuerpo suficiente para hacer verosímil la seducción de Enrique VIII.

            La función es divertida, dinámica, resultona. Contribuyen, el movimiento de los actores, la simplicidad del escenario, imitando el Globe londinense, la música y las danzas y la adaptación de Ernesto Arias y José Padilla que deja los 40 personajes en 18, reducido el texto original a unas dos horas bien llevadas, en una producción de la compañía Rakatá-Fundación Siglo de Oro que ha triunfado esta primavera en el Globe Theatre inglés.

            Como pegas, que los actores declaman en un diapasón muy alto, a veces a grito pelado, precipitando las palabras que en ocasiones llegan mal al espectador, y las butacas, incómodas, estrechas, duras.


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