jueves, 27 de septiembre de 2012

Blake, el encanto del reaccionario


            "Hace muchos años que leí a Blake. Es el más grande de los poetas ingleses. Mayor que Shakespeare. Shakespeare era un genio torrencial, quien lo duda, que a veces se deja llevar por el verbalismo. El espíritu de Blake me parece superior. Este aforismo suyo -“El gusano perdona al arado que lo ha partido”-, resume el género, tal como yo lo entiendo. El aforismo, a diferencia de la máxima,  se desentiende de lo humano. Ese gusano responde a un anticipo de la moral nietzscheana, de ese estar por encima del Bien y del Mal. A la prosa de Blake no se le ha dado la importancia que merece. Y es magnífica".
                                                                       (Cristobal Serra)

La noche de júbilo de Enitharmon

             El comienzo de la revolución industrial alteró los cimientos de la sociedad y como consecuencia el andamiaje ideológico que la explicaba. Ocurrió con filósofos y artistas, pensadores utópicos, religiosos y jóvenes románticos. Quedaron al pairo. Hay un encanto en la gente que en el XIX sintió nostalgia por los valores perdidos, por el mundo que se estaba arruinando, el encanto de los reaccionarios. Aunque no se esté de acuerdo en la impugnación general que hacen, atrae su añoranza y también su crítica de los aspectos más feos de la sociedad que nace, produce ternura su pelea por resucitar ídolos perdidos, por reclamar modos de vida viejos o que nunca llegaron a tomar cuerpo.

            Son gente como Rousseau, De Maistre, De Bonald, Hamann, Herder, Burke o William Blake (1757 -1827) cultos, inteligentes, con una fuerte voluntad por no hacer concesiones al gusto de la época, radicalmente individualistas, con un mundo personal que reniega del presente, que ofrecen valores atractivos pero mirando hacia atrás. Isaiah Berlin los llamó contra-ilustrados.

            Esa añoranza se ve en la muestra que Caixaforum Madrid ofrece de William Blake, aunque en su caso más que añoranza de un mundo que está a punto de perderse, habría que hablar de reencantamiento.

            Como los reaccionarios del XIX, Blake es moderno y conservador a un tiempo. Rechaza la industrialización, pero exhibe los cuerpos desnudos de hombres atléticos y mujeres que se afirman, se anima con las revoluciones francesa y americana pero luego siente su decepción, defende la igualdad de la mujer, la igualdad sexual y racial, pero a través de su poesía y de sus imágenes busca una solución en el misticismo. Su método, la imaginación: "La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma".


            Desde joven tuvo conciencia de su singularidad y voluntad para hacer una obra propia. Sin embargo, su oficio de grabador apenas le daba para sobrevivir. Empizó con láminas pequeñas para sus libros proféticos en los que aparecían mujeres y hombres encadenados en la época de la revolución. De 1793 son sus Visiones de las hijas de Albión.


            Pintaba sobre cartón corriente aplicando fuerza y densidad, luego lo imprimía en papel que coloreaba con acuarelas. Es académico en las técnicas pictóricas -imita a Miguel Ángel, a Rafael en la línea, en el contorno preciso-, pero experimenta en la composición, introduce el texto en el lienzo, inventando la viñeta; es formalmente clásico, pero el espíritu es gótico. Un mundo lleno se símbolos y alegorías, con referencias a los cuatro elementos, agua, cielo, rocas, fuego.

            En su mundo personal está presente la religión. Blake creía que la caída no había tenido lugar en el Edén (“Elohim crea a Adán”, 1795), sino en el momento de la creación, cuando se obligó al hombre a salir del reino espiritual y cobrar cuerpo. Por eso pinta seres encadenados -ángeles, hombres-, que están atados a lo material: el ángel malo con fondo rojo (fuego) frente al ángel bueno con fondo azul (agua) (“El ángel bueno y el ángel malo”, 1795). La maldad del ángel malo fue fruto  de los “efectos devastadores de una exposición excesiva a la luz”. “Perfecto eras hasta que estalló en ti la maldad” (1805). Sin embargo, el mal es representado como energía, frente a la pasividad del bien. Las cadenas también se refieren a las leyes, a las restricciones sociales que encorsetan la libertad.


            Blake es perfecto para las ideas simples que trasmite la cultura pop: el mundo del cómic, la música y los alucinógenos de los 60 y 70 le tiene entre los suyos, como a Rousseau la izquierda. Siempre está presente el didactismo: las líneas claras, definidas, los colores puros, intensos, la exposición esquemática de los temas: bien/mal, rojo/azul.


           Para ello “recupera a los artistas del renacimiento -Rafael, Guilio Romano, Durero. Como en Miguel Ángel, como en el gótico el cuerpo representado expresa valores espirituales. “El cuerpo debe construirse desde la visión interna, no desde la observación de la naturaleza”. O ilustra la Divina Comedia.

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