miércoles, 29 de agosto de 2012

Repúblicas Bálticas: 6. Helsinki


            De creer a los guías debería estar lloviendo, pero no ha caído una gota en toda la semana. Nubarrones en el horizonte y unas gotitas en Riga pero nada más. En Helsinki el sol pica hasta el punto de que hay que taparse para no enrojecer. Los naturales del país están radiantes. El trayecto en barco desde Tallinn dura dos horas y cuarto, pero es plácido por las tranquilas aguas del Báltico. A la ida se pasa el tiempo con un opulento desayuno y después con la modorra de la primera hora. En el barco atiborrado la gente se desparrama en cualquier rincón para dormir un poco más. No sé si son rusos, finlandeses o estonios los que exhiben sin pudor sus pies al aire, sus barrigas, sus ronquidos. Si todos los cruceros son así, el espectáculo de la humanidad depuesta no incita a contratar ese tipo de vacaciones que consiste en comer, beber y derramarse en cualquier rincón. La elegancia, el decoro, el respeto por el desconocido, la autoestima no son conceptos en vigor en este tipo de viajes.


            No hace falta contratar guía, ni bus para conocer Helsinki. Es una ciudad por la que se puede pasear sin gran derroche de energía. El guía, como en cualquier lugar, cuenta anécdotas chuscas y leyendas falsas para vestir de misterio una ciudad joven que no tiene mucha historia y apenas 600.000 habitantes. Casi todos los países tienen una silueta asociada al mapa –el toro, el hexágono-, el de Finlandia es la de una mujer, una bailaora en concreto, con un brazo extendido y el otro amputado. Se ve con suma claridad si se compara el actual mapa amputado por los rusos con el anterior a la guerra. También tiene un héroe, Sibelius, que le puso música a Finlandia, incluso un himno, todavía no oficial pero casi, el poema sinfónico Finlandia, y muchas piezas inspiradas en la epopeya nacional del Kalevala.


            En el perfil de la ciudad vista desde cualquier parte destacan las siluetas macizas de las dos catedrales, la luterana y la ortodoxa, ambas en lo alto de livianas colinas. Auque es la luterana la que preside el centro simbólico y geográfico de la ciudad, la plaza del senado, y para acceder a ella hay que ascender por empinados peldaños. Es un edificio neoclásico de planta de cruz griega que deja bastante frío al visitante. Los guías se empeñan en que la ciudad tiene más cosas. Por ejemplo la iglesia ecuménica de la roca, una iglesia de planta circular, de piedra y metal, muy kitsch, que suele encantar a los turistas desprevenidos porque un pianista elabora músicas suaves y envolventes. Así como la obvia escultura de tubos orgánicos dedicada al compositor nacional. También hay casas modernistas como en Riga, pero tampoco son muy originales. Quizá deberían poner más empeño en mostrar los edificios de sus dos arquitectos tan famosos como antitéticos: la modernista estación central de Saarinen y la racionalista universidad politécnica de Alvar Aalto.


            Merece una pausada visita la fortaleza de Suomenlinna o Sveaborg en una isla, a media hora de la ciudad en barco, que ha sido una fortaleza natural para defender la entrada inamistosa por mar. Siguiendo las pautas del ingeniero militar francés del XVII, Vauban, está llena de baluartes y cañones, construida por los suecos frente al avance ruso no impidió sin embargo su conquista en 1809.


            Territorio sueco durante siglos y después sometida a los soviéticos, no deja de sorprendernos y avergonzarnos, otra vez, que un país tan joven como tan poco poblado imponga condiciones políticas por su parte del préstamo a la vieja España.


            Como en todas las ciudades hay restaurantes baratos y caros. Una buena opción es dejarse caer por el puerto y atreverse con uno de los platos de pescado frito que ofrecen: boquerones, calamares, sepia, lubinas. No son baratos pero si el día es soleado ofrecen la nota de color y exotismo que todo el mundo espera al visitar una ciudad. Para el café, la cafetería judía que está al final del paseo de la Explanade y al comienzo del mercado en el andén del puerto.

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