miércoles, 22 de agosto de 2012

Repúblicas Bálticas: 2. Trakai, Kaunas, Rundale



            Los caballeros teutones están en la boca de todos los guías. Aquellos aguerridos caballeros medievales salieron de Germania para cristianizar Europa del este y su huella ha quedado en esos países: en las fortalezas de ladrillo rojo y gruesos torreones que aparecen aquí y allá y en la mitología nacional pues estos países se construyeron sobre la derrota de los alemanes. Así por ejemplo en el castillo de la isla de Trakai a pocos kilómetros de Vilnius. La excursión merece la pena no tanto por el castillo, en ruinas durante muchos siglos, y reconstruido sólo en  el siglo veinte, durante la dominación soviética, entre 1950 y 1987, sino por el hermoso paisaje lacustre. 


          El castillo se encuentra en medio del lago Galvè y se accede a él por medio de un puente de madera. Tiene ese aire de cartón piedra del que adolecen la mayoría de las restauraciones que quieren devolver al paisaje lo perdido durante la guerra. Más que el interior del castillo y su arquitectura recreativa -incluidos instrumentos de tortura y demás parafernalia medieval- interesa dar un paseo alrededor de su muralla, contemplar en el lago los reflejos de la vegetación y del sol declinante, si se visita al atardecer que es lo aconsejable. En una fortaleza como esta, la de Malbork, en Polonia, supe que una mujer me amaba, yo también la amé, pasó el tiempo y se perdió la magia.


            Lituania fue el último pueblo en cristianizarse, será por eso que de todos los orientales, junto a Polonia, es el más aguerridamente católico. Fue, sin embargo, en la batalla de Grünwald, en 1410, el centro de la mitología nacional lituana –también de la polaca-, donde se acabó el poderío de los teutones, quienes les habían cristianizado. Los lituanos la conocen como Zalgiris, de ahí el nombre del famoso equipo de básquet del que procedía Arvidas Sabonis. El otro nombre sagrado para los lituanos es Vytautas, el duque que en colaboración con los polacos logró derrotar a los caballeros teutones y fundar la nación lituana. En Kaunas apenas queda la mitad de la fortaleza que fue destruida durante esa guerra medieval. Es la segunda ciudad de Lituania, un lugar con potencial turístico por la confluencia de dos ríos, el Nemunas y el Neris, que viene desde Vilnius, y por su importancia histórica pues por ella pasaron todos los invasores: rusos, suecos, franceses de Napoleón, nazis y soviéticos. El símbolo de la ciudad en la hermosa torre del ayuntamiento conocida como el Cisne Blanco.


            Kaunas tiene un casco viejo lleno de iglesias destruidas y restauradas y una parte moderna y museos donde cuidan su mitología.


            Ya estamos en Letonia. Rundale, un pequeño Versalles, en medio de la campiña. Construido por el arquitecto italiano Francesco Rastrelli, el mismo que diseñó el Palacio de Invierno -L’Ermitage- de San Petersburgo, en estilo barroco e interiores rococó, para el ruso Ernest Johann Biron, duque de Curlandia y amante de la emperatriz Ivanovna. 


           Ante una obra como esta cabe disfrutar con brevedad de su belleza y equilibrio, de sus interiores decorados con gusto exquisito -pinturas, espejos, estucos, mobiliario, la luz del atardecer en la madera barnizada-, de sus jardines a la francesa o preguntarse qué sistema político permitió esta ostentación y a cuenta de qué sacrificios. 


          Sólo una selectísima minoría pudo disfrutar y aún disfruta de estos deliciosos lugares levantados con el sudor de muchos. Los rusos no han cambiado y aún hoy vemos a sus magnates rodeados de lujo y opulencia y a los simples mortales llenos de estupor.

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