martes, 21 de agosto de 2012

Repúblicas Bálticas: 1. Vilnius


Ayuntamiento
             El 23 de agosto de 1989 una cadena humana de un millón y medio de personas, la Cadena Báltica, unió Vilnius con Tallinn a lo largo de las tres naciones bálticas. Ese suceso pacífico marca el momento simbólico, ideal, de su nueva independencia, aunque ha tenido más éxito una denominación posterior, el de revolución cantada, por la efervescencia del folklore que invadió estas repúblicas.

Virgen Puerta de la Aurora
            En la muy católica Lituania la mayoría de sus monumentos son iglesias, entre barrocas y neogóticas, aunque quedan unos pocos edificios asociados a la leyenda de su poder cuando aliada de Polonia fue capaz de derrotar a los guerreros teutones en la batalla de Grunwald y de convertir en vasallos a los rusos. Lituania  usó, y sigue usando, el catolicismo como fermento de la patria frente a Rusia.

Santa Teresa
            Si recorremos Vilnius desde el castillo hacia la catedral, en la parte alta del casco viejo, en la Puerta del Amanecer, sobre el arco, una capilla guarda una imagen de la virgen chapada en plata, que como en las demás puertas vigila y protege la entrada a la ciudad. Delante se celebran multitudinarias manifestaciones de fervor religiosos. Un poco más abajo, tres iglesias merecen la visita, la barroca de Santa Teresa con frescos en la bóveda sobre la santa y exquisita labor de encaje con el estuco y coloristas retablos; la ortodoxa rusa del Espíritu Santo, en cuyo interior están expuestos los restos supuestamente milagrosamente preservados de los santos de la ciudad Antonio, Iván y Eustaquio; al otro lado de la calle, tras la bella puerta Basilia, se esconde la iglesia uniata -de rito ortodoxo y obediencia papal- de la Santísima Trinidad, lo que queda de un antiguo monasterio.

Ortodoxa del Espíritu Santo
             Descendiendo topamos con la Iglesia de San Casimiro, con una corona sobre la linterna de su cúpula, de comienzos del XVII, que los soviéticos convirtieron en museo del ateísmo y antes, Napoleón, en granero. La calle acaba en la plaza del ayuntamiento, antiguo mercado y plaza de ejecuciones. Junto al edificio de corte clásico, se celebran los grandes eventos, como ahora la consecución de medallas en las olimpiadas de Londres.

Católica de Santa Ana
             Una de las leyendas dice que en carta a Josefina Napoleón alabó Vilnius y en especial la gótica iglesia de Santa Ana de ladrillo rojo que hubiera querido llevarse a París, aunque la realidad histórica dice que la utilizó como barracón. Tiene una fachada muy original por sus arcos conopiales.


            De lo que más orgullosos están los lituanos es de su Catedral, sucesivamente construida, destruida y reconstruida desde el XIII al XVIII, acabando en un inesperado estilo neoclásico con enormes columnas y frontones y con usos diversos desde su inicial función religiosa hasta pinacoteca en el XX, pasando por el proyecto soviético de convertirla es taller de reparación de camiones, hoy de nuevo católica. En la hermosa plaza de la catedral, junto a esta, destaca el campanario exento, antigua torre de la muralla. Desde ahí en una colina cercana se ve la torre de su desaparecido castillo, gloria medieval, y al lado, la colina de las tres cruces, símbolo de la ciudad, réplica de las destruidas por los soviéticos.


            Del afamado barrio judío, referencia en los estudios del Talmud antes de la guerra –el 40% de la población era judía: unos 250.000-, que fue el segundo gueto judío durante la guerra mundial, quedan casas reconstruidas tras ser arrasado por nazis primero y soviéticos después.


            Algo descentrada se halla la Iglesia de San Pedro y San Pablo, llamativa por la exuberante ornamentación en estuco, obra de reputados artistas barrocos italianos, más de 2000 figuras de ángeles, demonios, escenas bíblicas y hechos históricos. Es el mausoleo de un adinerado militar del XVII. Es curiosa su lámpara barco hecha con cuentas de cristal bajo la cúpula.
            Una curiosidad de Vilnius es una llamada República Independiente de Uzupis, un barrio de artistas con constitución alternativa, cuyos curiosos artículos pueden leerse en una de sus paredes, presidente, bandera y día de la independencia, aunque le queda mucho, como a toda la ciudad, para que fragüe como lugar de interés turístico.

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