Han tenido
que pasar 60 páginas para que la novela entre en acción, 60 páginas, durante
cuya lectura he sentido la tentación, como otras veces de abandonarla, de
rendirme al intento de comprender el misterio Sándor Márai. Por qué se le ha
elogiado tanto, por qué ha sido un éxito de ventas después de tantos años. Antes
de esta novela había intentado leer El último encuentro o Divorcio en
Buda, ésta al menos dos veces, siempre fracasando, incapaz de hacerme con
su ritmo pausado, con su estilo discursivo. Pero esta vez he aguantado y he
llegado hasta el final.
Esas
primeras 60 páginas se me han hecho pesadas. Se nos presenta al personaje, Erzsébet, una joven de 23 años, con cuyos
ojos veremos la liberación de Budapest, los rusos que llegan para sustituir a
los alemanes. La vemos saliendo de un refugio y buscando otro para guardar a su
padre, un matemático famoso a quien persiguen los fascistas de las cruces
flechadas. Pesadas porque son demasiado reflexivas, el pensamiento sincopado de
Erzsébet fluyendo sin ritmo, sin diálogos, sin acción, sin contraste. Mientras
voy leyendo, pienso en Chaves Nogales, en sus páginas de guerra. ¿Por qué no es
reconocido internacionalmente como el gran escritor que es?
Pasada la página
sesenta las cosas cambian. Es entonces cuando se desvela el misterio Sándor Márai.
Erzsébet, tras poner a su padre a resguardo, se refugia en el sótano de un
edificio cercano. Durante las cuatro semanas del asedio a la ciudad convivirá
con los vecinos del bloque que allí se han refugiado, en medio del caos y del
hacinamiento, a la espera de los rusos, cada uno con inquietudes diversas,
asustados, anhelantes por lo que ha de venir. Empiezan a suceder cosas, como el
asesinato de un judío, Sándor Márai nos hace reflexionar. Por ejemplo, sobre el
asunto de los judíos. Erzsébet les acusa de orgullo, de apartarse, “como si, nosotros,
los demás, no supiéramos algo que ellos sí saben”. El profesor responde: “Tal
vez eso esté en la base de todo malentendido. La generalización, ese es el gran
problema, la causa común de todo mal. Usted tiene las mejores intenciones, sin
embargo dice: ellos, los judíos… Es la primera en creer que los judíos
comparten un secreto común, un funesto espíritu de pertenencia. Pero eso no es
verdad. Hablar de los judíos es una generalización igual que decir ‘los
cristianos’. Hay judíos y hay cristianos, y la ascendencia, la religión, la
forma de vida, la raza, sin duda reflejan ciertos rasgos comunes… Pero los judíos
entre sí se diferencian más de lo que se asemejan".
Esta parte de la novela es como una obra de teatro dividida
en tres actos, cada una en torno a un personaje con quien Erzsébet tropieza. En
el primero es una joven judía que ha escapado de un campo de concentración
donde ha perdido a su padre, a su marido y a sus dos hijos. Erzsébet escucha,
deja que la joven, con el alma perdida, cuente. En el segundo Erzsébet habla
con un tullido, un profesor que hasta la llegada de la guerra vivió en Viena,
que intenta serenarla, que le da consejos para que no precipite su salida,
porque quizá le espere la muerte. El profesor parece darla seguridad en un
momento como ese en el que no hay orden y puede ocurrir cualquier cosa; Erzsébet
le pregunta cómo puede estar tan seguro de lo que dice, quizá el tullido no
quiera quedarse solo, quizá conoce cosas que ella no conoce. En el tercero, Erzsébet
comprobará que el profesor tullido no tenía razón. Cuando todo el mundo ha
salido del refugio porque está llegando la liberación, entra un soldado ruso. Ahora
es Erzsébet quien habla, intentando darse ánimos, intentando dar confianza al
soldado, intentando establecer un vínculo de confianza con el soldado que
escucha sin conocer su lengua. Pero el soldado solo conoce la acción, es un
soldado que viene de lejos, que hace la guerra, que obedece a la autoridad, a
la guerra, al cuerpo.
Sándor Márai
escribió esta obra casi al mismo tiempo que se producía la liberación de
Budapest -navidad de 1944- quizá para que no se le olvidasen los sucesos
recientes, la devastación física y moral que produce la guerra. Se tiene la
impresión de que se está leyendo en presente. La novela reflexiona sobre el ser
humano, sobre las mutaciones que provoca la guerra. Cuando la liberación llega,
“¿qué hacer con la libertad?”. Ve con ojos distantes a los invasores alemanes,
a los liberadores bolcheviques, a los patriotas de

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