Bueno…. Mientras escribo hace un calor pegajoso, han subido las temperaturas en este inicio de agosto, la humedad es alta y en el aire hay aromas encontrados, difíciles de discernir, gasóleo quemado, perfumes de ducha, frutos secos. El libro que acabo de leer se estructura en tres escenas. Como en mi realidad, en la del libro también hace mucho calor. La primera sucede en París, una pareja hace el amor en una habitación elegante; el hombre sufre un ataque al corazón, llega una ambulancia medicalizada, es atendido por los sanitarios que aparentemente logran recuperar su corazón y se lo llevan al hospital. El hombre que escribe la escena asiste a la partida de la ambulancia e intuye donde ha ocurrido el suceso.
Escribo en la terraza. Me resulta difícil concentrarme. Hay
hombres jugando al tenis que exudan emociones y gritan, mujeres que pasan
debajo con sus vestidos cortos, sus pantorrillas al aire, en chanclas con
pasitos cortos, cimbreando su figura. La segunda escena transcurre en Tokio, en
el aeropuerto de Narita. El hombre que acaba de morir en París es recordado en
otro suceso, acaba de conocer a Marie, la protagonista de la novela –La verdad
sobre Marie- y ha de embarcar un
pura sangre para devolverlo a Francia tras una carrera frustrada, el caballo se
escapa y comienza una loca carrera por el aeropuerto, deteniendo el tráfico aéreo
y provocando una persecución bajo la lluvia y un agitado traslado en un avión
de carga.
No sé si alguien ha intentado escribir un día de agosto en
una terraza, bajo el bochorno, invadido por una locura de ruidos –motores podridos,
ladridos, niños en la piscina-, de olores, el sol centelleando en las
superficies claras. La tercera escena discurre en la isla de Elba, en ella se
encuentran Marie y el narrador, que habían sido pareja antes de los sucesos
narrados. Se reúnen en la casa del padre de Marie que ha muerto hace un año. Mientras
se aproximan el uno al otro, estalla un pavoroso incendio, del que huyen, al
tiempo que intentan salvar a una yegua.
El escritor Jean-Philippe Toussaint ha logrado una gran
fama. Se le admira, se le envidia, dicen de él que es único. Escribe de forma
barroca, con frases no muy largas sin embargo, en busca de una espiral de tensión,
desde un comienzo pausado a un estallido de expresividad, movimiento y agitación.
En cierto modo se parece a Javier Marías con la diferencia de que este se mete
dentro de los personajes, intentando capturar el origen de sus sentimientos, y
Toussaint merodea en torno a ellos, describiendo el paisaje, su vestimenta, los
objetos que les rodean.
Si digo la verdad, la novela me ha aburrido, salvo pequeños
destellos de genio, me ha costado seguir sus escasas 140 páginas, aunque me he
esforzado en acabarla para verificar las razones de su fama. No dudo que haya
gente encantada con este tipo de exhibición literaria, a mí me ha parecido un
ejercicio de estilo sin mayores consecuencias. Los personajes y su circunstancia
parecen sacados de una novela rosa.


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