Del pasado
de Elena (2011), la mujer que da título a la película, poco sabemos, como del
resto de los personajes, sólo vemos su presente, un presente lleno de
dificultades. Elena vive con un hombre rico, en una lujosa casa, luego, cuando
se hable de herencias, sabremos que llevan cinco años juntos, de los cuales sólo
dos casados. El hombre rico tiene una hija díscola, independiente, que dice no
interesarle el dinero, probablemente porque no ha sentido su necesidad. En
cambio, a Elena, de la que adivinamos una vida de estrecheces, le interesa
mucho, tanto como para vivir como una criada con ese hombre y para satisfacer sus
necesidades. De Elena depende su hijo, un holgazán alcohólico, casado, con dos
hijos y esperando un tercero, que depende absolutamente de su madre. Elena está
dispuesta a hacer lo que sea con tal de solucionar los problemas de su hijo,
entre otros sobornar con dinero a quien haga falta para que su nieto de 17 años
-del que vemos una escena nada prometedora- pueda entrar en la universidad.
Si en El
Regreso el punto de vista que adoptaba la peli era el del hijo receloso que
se afirma frente a un padre que reaparecía después de haber abandonado a sus
hijos, en Izgnanie se desplazaba al interior de la pareja, a la
desconfianza que surge cuando ella duda de su marido, más atento a las reglas
del clan que a ella misma, aquí, en Elena, el punto de vista es el de la
madre entregada al amor filial por encima de las reglas morales o de la razón.
Las hasta ahora tres películas del director ruso Andrei Zvyagintsev giran por
tanto en torno a los asuntos de la familia, esa institución enferma e inestable
pero que, de una manera u otra, se sobrepone a todas las crisis.
Elena
me ha exigido algo más de atención, lo que quiere Zvyagintsev que entendamos no
es tan evidente como lo era en sus primeras películas. La peli discurre con
parecida lentitud: el primer plano, esperando que llegue el amanecer, con un
cuervo casi inmóvil en las ramas secas de un árbol, frente a una casa, puede
ser exasperante, algo menos el último, en el que un bebé que comienza a caminar
se alza para dar continuidad a la vida que no cesa; se suceden las escenas
aportado cada una un elemento de comprensión a lo que sucede, que, como en el
buen cine, no se deduce de las palabras, sino de las acciones, de los
silencios, de los tiempos muertos, de lo que captamos sin que nos lo enseñen de
forma didáctica. Aunque Zvyagintsev no abandona el gusto por los encuadres pictóricos,
por la fotografía cuidada y la música minimalista, en esta tercera película la
componente esteticista no es tan importante como en las otras dos. Sí, la
componente moral. Zvyagintsev ofrece elementos para el debate moral, presenta
dilemas sobre los que el espectador atento tiene que reflexionar. A lo largo de
la peli se oyen graznidos de cuervos, en medio del minimalismo musical de Philip
Glass, aunque al final, cuando reaparecen las ramas secas ante la lujosa casa,
habitada por nuevos habitantes, ya no vemos al cuervo del larguísimo plano
inicial, quizá porque el espectador ha asumido que los cuervos están dentro de
la casa, en el interior de la familia.


1 comentario:
Bajo una apariencia gélida, 'Elena', de Andrey Zvyagintsev, esconde calientes vericuetos emocionales, sobre la familia, la generosidad, el amor, el deber o la mezquindad. Se admiten diferentes puntos de vista y el resultado es del todo desasosegante. Merece la pena. UN saludo!!!
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