sábado, 25 de agosto de 2012

Headhunters



            Esta peli noruega podría haber sido algo más que un triller resultón si los guionistas hubiesen trabado con más esmero los hilos argumentales. No sé si son fieles a la novela de Jo Nesbø, que tiene buena fama entre los lectores de novela negra, pero lo que se presenta ante nuestros ojos es una promesa truncada. Porque el protagonista, Roger,  aparece al principio con muchas características que lo asemejan al Tom Ripley de las novelas de Patricia Highsmith, un inmoralista dispuesto a robar y traficar con el arte con tal de conseguir dinero, aunque en principio no está preparado para ir tan lejos como Ripley. Roger compagina su vida de cazatalentos con el asalto de casas de vecinos descuidados con sus joyas artísticas. Roger tiene que compensar su escasa altura, 1,68, con el ingenio del ratero para camelar a su explosiva esposa, una rubia vikinga que parece exigir una vida por encima de las posibilidades que Roger le ofrece: una casa de treinta millones, joyas. 

             Como en todo este tipo de películas hay un momento que desata la acción: Roger conoce a un holandés, candidato para la dirección de la empresa de Roger y al mismo tiempo dueño de una obra de Rubens que puede valer una pasta. El holandés es alto y guapo, enloquece a las mujeres, pero también es un ex soldado que conoce las técnicas de rastreo. Roger se verá atrapado entre el miedo a perder a su mujer, la codicia del Rubens que de un golpe resolvería todos sus problemas y el miedo a enfrentarse al holandés. La acción está servida. La trama envuelve a varios personajes, hombres, mujeres, policías y el ingenio de Roger para salir de situaciones imposibles.

            Ya digo que el comienzo promete mucho, pero luego la cosa se va diluyendo un poco, porque los autores no han creído en su personaje. El predibujado Roger no es un inmoral sino un pillo que lucha por su supervivencia a mamporros y tiros. El defecto más grave, como en la mayoría de los thrillers, es el intento de sorprender una y otra vez al espectador con giros imprevistos, el doble juego de algunos personajes, la sorpresa detrás de la esquina. Efectismos cansinos que ya se han olvidado cuando aparecen los títulos de crédito. Es decir, mucha acción y ninguna profundidad. Entretenida para quien busque un rato de frescor en la sala en este caluroso agosto.

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