lunes, 6 de agosto de 2012

Enciclopédie



                        “A otros hombres los empujan sus pasiones, sin que sus actos estén precedidos por la reflexión; caminan entre sombras atormentadas. El filósofo no actúa en función de sus pasiones, sino después de reflexionar; viaja en la noche, pero lo precede una antorcha” (Del arículo Philosophe de la Enciclopédie).


            Cualquier empresa encomienda su éxito a la labor de un gran hombre, o de unos pocos, del mismo modo que su fracaso también depende de la inhabilidad o impericia de otros hombres. El éxito de la Enciclopédie se debió al empeño de unos cuantos hombres de mediados del siglo XVIII que gracias a la creencia en las nuevas ideas empeñaron su voluntad, su energía e incluso su libertad para que saliera adelante. El riesgo fue grande porque al principio las fuerzas de la reacción eran superiores. Diderot arrostró la cárcel, la Enciclopédie -se elaboró entre 1751 y 1780-, se vio interrumpida y censurada y a punto estuvo de quedarse a medio hacer, si prevaleció se debió a la voluntad de sus editores que no cejaron y al espíritu de la época, hacer dinero a toda costa, que es lo que hicieron los libreros e impresores que invirtieron en ella.

            El libro de Philipp Blom, Enciclopédie, El triunfo de la razón en tiempos irracionales, narra la historia de los hombres que pactaron sacar adelante el proyecto como forma de combatir las viejas ideas e instituciones que venían reproduciendo la infelicidad de la mayoría de los hombres a favor de unos pocos y divulgar, por el contrario, las ideas nuevas que proponían reorganizar la vida social y política de otra forma menos despótica y más tolerante.

            Pocos de los que iniciaron el proyecto se mantuvieron fieles hasta el final. D’Alembert dejó el protagonismo a Diderot cuando la presión de la censura de jesuitas y jansenistas de hizo insoportable –dejó la edición, aunque siguió publicando algunos artículos-, Voltaire siempre se mantuvo a distancia, no siempre remando a favor de la Enciclopédie, Rousseau, con su carácter difícil, que por doquier veía conspiraciones contra él, se apartó de sus antiguos amigos, otros sin apartarse del todo dedicaron lo mejor de su tiempo a sus asuntos personales, tal el caso de madame d’Epinay o Grimm. Sólo un puñado de hombres se mantuvo fiel hasta el final, el primero de todos Diderot, del que Blom traza un retrato de santo laico, y junto a Diderot, el barón d’Holbach y el Chevalier de Jaucourt, para mí, el gran descubrimiento de este libro, que cuando el propio Diderot desfallecía, dedicaba 12 o 14 horas diarias a la labor de edición, escribiendo artículos sin parar. Según Blom los diez últimos volúmenes de la Enciclopédie no habrían existido sin su trabajo.

            A Diderot (1713-1784) le dedica Blom la mayor atención, buena parte de las páginas del libro, y una rendida admiración: nos habla del episodio de la Bastilla, con graves consecuencias para él, porque para recobrar su libertad tuvo que firmar un documento que coartó su creatividad a lo largo de su vida. Las obras que le dieron fama póstuma –Le Neveu de Rameau, Jacques le Fataliste o Le Revê de D’Alembert- sólo pudieron ser publicadas muchas décadas después de su muerte. Nos habla de su vida familiar infeliz con su esposa Toinette, de la relación con su hija de la que se ocupó en los últimos años de su vida con tanto empeño como de la Enciclopédie, de sus amantes, Sophie Volland en primer lugar, con quien mantuvo una intensa correspondencia, de sus relaciones con el resto de los enciclopedistas, distante con Voltaire, tirante con D’Alembert, amistosa, casi de amantes, con Grim, complicada, imposible con Rousseau. 

            Aunque la idea de una Enciclopedia no era nueva, la que desarrollaron Diderot, D’Alembert y el Chevalier de Jaucourt es incomparable, por el trabajo realizado durante tantos años, por el modo de organizar todo el saber de su época, incluidos los diez volúmenes de láminas donde se daban a conocer la técnica de la época, el trabajo artesano y la incipiente industria, pero sobre todo por la influencia que la Enciclopédie ejerció sobre los hombres que en los años posteriores habrían de cambiar el desarrollo de la historia.

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