Emocionante, sorprendente, peligroso salir cada día a la
carretera a hacer tres horas de bici. Acostumbro a hacerlo por la mañana, cuando
el sol no pica demasiado.
Primer
episodio: hace unas pocas semanas, en una carretera comarcal entre Burgos y el
Monasterio de Rodilla. Carretera libre, algún coche solitario. De pronto a
cincuenta metros delante de mí cruzan dos corzos, una madre y su cría. A la
izquierda está el bosque de donde vienen, a la derecha trigales. Después de
cruzar, suben chospando por el trigal reseco de mi derecha, cuesta arriba, en
paralelo a mí, durante unas decenas de metros hasta que un ribazo me los oculta
a la vista. Cuando llego al alto, con cambio de rasante y curva a la derecha, iniciando
la bajada, de pronto, inesperadamente, me topo con que la madre vuelve otra vez
sobre la carretera, salta, freno en seco y veo sus pezuñas a un palmo de mis
narices. He estado en un tris de que me derribase. Me quedo quieto entre
admirado y asustado, esperando que la cría se atreva a su vez a seguir a la
madre hacia el bosque de donde habían salido
Segundo
episodio: hoy mismo, en la carretera que lleva de Sant Pere de Ribas a
Vilafranca. Tráfico no muy denso, pero sí algunos coches que hacen que los
sentidos estén alerta. Muchos echan negro veneno por el tubo de escape. En los
frenazos o cuesta arriba todos emiten porquería; lo de las estaciones ITV es
otra engañifa más del mundo de ficción en que nos movemos. De pronto, en medio
de un puente entre dos curvas, cerca de Olivella, me topo con un coche en mi
propio carril. ¿Cómo está ahí, justo delante de mi rueda delantera, saltándose
la línea continua, en mi carril; el suyo está libre, nadie le incomoda, qué
hace ese coche ahí? Apenas me da tiempo a ver el coche gris perla muy
desgastada, un viejo modelo americano, ¿Dodge?, el hombre que lo conduce parece
mayor. No hay tiempo para reaccionar, ni espacio, a mi derecha está la
barandilla del puente, no me da tiempo a girar hacia el otro carril, no puedo
salir hacia ningún lado. Me preparo para el golpe. En el último instante debe
de haberme visto y ha girado lo justo para que mi bici pasara rozando entre la
carrocería y la baranda del puente. He imaginado la ambulancia viniendo a
recogerme.
Nadie, ningún partido, ningún líder de opinión propone que
desaparezca este artefacto mortífero. La crisis desgraciadamente no acabará con
él.


2 comentarios:
Aún debes llevar el susto en el cuerpo¡!
Hermosa carretera para transitar, pero parece ser que se convirtió en peligrosa por un momento.
Petó
Hermosa sólo la primera, la segunda contaminada, cada día más peligrosa. Hay momentos en que se te exacerba la pituitaria, sin saber por qué. Estoy en uno de esos momentos. Barcelona y alrededores está imposible. Huele mal. No sé si miden la contaminación o acaso no lo digan para no asustarnos. Esta mañana desde el Tibidabo veía la capa negra sobre la ciudad, el borde intenso que separaba la capa del espacio que queda debajo, donde respiramos. Daba miedo.
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