lunes, 7 de mayo de 2012

Una desigualdad obscena


            

            Hemos pasado en las retribuciones, entre los salarios mayoritarios y las pagas a los ejecutivos, de una escala de 1:6 a otra de 1:300

            La crisis se prolonga demasiado, eso significa que los fenómenos que la provocan están lejos de ser aislados y analizados con claridad. Es lo que sucede con las enfermedades nuevas o con aquellas que no somos capaces, después de años de investigación, de deslindar sus causas. Los economistas y los políticos miran hacia atrás para ver periodos que se parezcan al actual, sucesos con los que se pueda comparar. Unos y otros andan a tientas, desorientados, usando una verborrea que oculta su ignorancia o tomando medidas contradictorias que agravan el problema, con un activismo muy parecido a la tinta del calamar.

            Es decir, seguimos como estábamos al principio, no sabemos qué hacer, y vamos a peor, los datos de la realidad son cada vez peores. Esta crisis es novedosa, nadie sabe como conjurarla, porque en los laboratorios de las ideas no se han atrapado a los agentes que nos zarandean. Aunque de vez en cuando se descubre alguno de esos agentes. Pierre Rosanvallon (La société des égaux, 2.011) acaba de descubrir uno: el constante aumento de la desigualdad económica y social que se registra en las sociedades occidentales desde 1970. En la historia contemporánea habría alternancia de ciclos de igualdad y desigualdad. La revolución industrial inició un “ciclo de desigualdad” alrededor de 1830, que culminó al final del siglo XIX; después, se inició otro ciclo, éste de “reducción de la desigualdad”, que terminó hace 40 años. Desde 1970 vivimos inmersos en un nuevo ciclo de incremento de la desigualdad.

            Pero qué provoca el crecimiento imparable de la desigualdad de rentas y riqueza. la forma de concebir el origen de la riqueza. Antaño se creyó que la acumulación de riqueza por la propiedad tenía un límite, el bien común: se podía expropiar si la propiedad no era productiva o atentaba contra el bien de todos. Qué pasa ahora. Se acepta socialmente que individuos con una cierta habilidad –Bill Gates, Messi, Amancio Ortega, los lobos de la bolsa- tienen derecho a tener una retribución desproporcionada y sin límite en función de su especial habilidad por crear empresas exitosas, por deslumbrarnos con su arte o por concebir operaciones financieras muy rentables para su sociedad. La sociedad lo tolera porque quienes nos convencen que es aceptable son quienes participan de ese privilegio, los líderes de opinión. Ese modo de proceder ha ido creando sucesivas burbujas, es decir, valoraciones enormemente infladas de las cosas, de los productos, de las retribuciones, que nos han llevado a la ruina.

            Qué estamos haciendo para detener la imparable tendencia hacia la desigualdad, por qué nos conformamos, qué hace falta para crear un ambiente de opinión que considere inadmisible unas retribuciones tan exageradas como las que vemos en los ejecutivos, en los banqueros, en los propietarios de empresas de éxito. ¿Por qué no se puede poner límites a la desigualdad?, ¿por qué no considerar obscenas esas retribuciones y castigar socialmente a quienes se enorgullecen de ganar tanto dinero?



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