
Hemos
pasado en las retribuciones, entre los salarios mayoritarios y las pagas a los
ejecutivos, de una escala de 1:6 a otra de 1:300
La crisis
se prolonga demasiado, eso significa que los fenómenos que la provocan están
lejos de ser aislados y analizados con claridad. Es lo que sucede con las
enfermedades nuevas o con aquellas que no somos capaces, después de años de
investigación, de deslindar sus causas. Los economistas y los políticos miran
hacia atrás para ver periodos que se parezcan al actual, sucesos con los que se
pueda comparar. Unos y otros andan a tientas, desorientados, usando una
verborrea que oculta su ignorancia o tomando medidas contradictorias que
agravan el problema, con un activismo muy parecido a la tinta del calamar.
Es decir,
seguimos como estábamos al principio, no sabemos qué hacer, y vamos a peor, los
datos de la realidad son cada vez peores. Esta crisis es novedosa, nadie sabe
como conjurarla, porque en los laboratorios de las ideas no se han atrapado a los
agentes que nos zarandean. Aunque de vez en cuando se descubre alguno de esos
agentes. Pierre Rosanvallon (La société des égaux, 2.011) acaba de
descubrir uno: el constante aumento de la desigualdad económica y social
que se registra en las sociedades occidentales desde 1970. En la historia
contemporánea habría alternancia de ciclos de igualdad y desigualdad. La
revolución industrial inició un “ciclo de desigualdad” alrededor de 1830, que
culminó al final del siglo XIX; después, se inició otro ciclo, éste de “reducción
de la desigualdad”, que terminó hace 40 años. Desde 1970 vivimos inmersos en un
nuevo ciclo de incremento de la desigualdad.
Pero qué provoca
el crecimiento imparable de la desigualdad de rentas y riqueza. la forma de
concebir el origen de la riqueza. Antaño se creyó que la acumulación de riqueza
por la propiedad tenía un límite, el bien común: se podía expropiar si la
propiedad no era productiva o atentaba contra el bien de todos. Qué pasa ahora.
Se acepta socialmente que individuos con una cierta habilidad –Bill Gates,
Messi, Amancio Ortega, los lobos de la bolsa- tienen derecho a tener una
retribución desproporcionada y sin límite en función de su especial habilidad
por crear empresas exitosas, por deslumbrarnos con su arte o por concebir
operaciones financieras muy rentables para su sociedad. La sociedad lo tolera
porque quienes nos convencen que es aceptable son quienes participan de ese
privilegio, los líderes de opinión. Ese modo de proceder ha ido creando
sucesivas burbujas, es decir, valoraciones enormemente infladas de las cosas,
de los productos, de las retribuciones, que nos han llevado a la ruina.
Qué estamos
haciendo para detener la imparable tendencia hacia la desigualdad, por qué nos
conformamos, qué hace falta para crear un ambiente de opinión que considere
inadmisible unas retribuciones tan exageradas como las que vemos en los
ejecutivos, en los banqueros, en los propietarios de empresas de éxito. ¿Por
qué no se puede poner límites a la desigualdad?, ¿por qué no considerar
obscenas esas retribuciones y castigar socialmente a quienes se enorgullecen de
ganar tanto dinero?
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