jueves, 31 de mayo de 2012

La deflagración amorosa



"Es zonzo el cristiano macho cuando el amor lo domina".
 (Del Martín Fierro)
            Las noticias que afectan a las emociones no golpean de inmediato, se enroscan en alguna parte del cerebro y van soltando su carga de a poquitos. No son como las heridas físicas o los golpes o ciertas enfermedades, son más destructivas, se prolongan en el tiempo, afectando progresivamente a los distintos departamentos de la psique y del propio cuerpo invadiendo todas las áreas del organismo.

            Sólo hay una forma de solventar el problema emocional, cortar amarras en el preciso instante en que se produce la noticia o el acontecimiento. Hace falta determinación y sobreponerse al miedo. Eso es lo más difícil de gestionar. Si no lo hacemos así, esa bomba lapa que alimenta la combustión, instalada en algún lugar que no controlamos, producirá efectos devastadores, aunque no de inmediato, soltando su carga, no lograremos desactivarla hasta que haya causado toda su destrucción. Nos empeñaremos en utilizar la lógica racional para levantar defensas o para organizar una contraofensiva, pero en los asuntos emocionales no funciona. Cualquier proposición supuestamente bien elaborada está impregnada de los pigmentos pasionales, la voz que la proyecta se quiebra o se exalta, una multitud de heridas o microfisuras acuden a romper el ritmo del análisis, a desviarlo de su lógica, a destruir la coherencia del relato con bifurcaciones, mezcla de tiempos y de espacios.

            Porque el herido emocional quiere argumentar, impelido por un ímpetu opaco, que con él se ha cometido una gran injusticia, un dolo que necesita una reparación inmediata, pero no puede haberla porque la afrenta emocional no deja huellas, es cosa de dos y aunque hubiere testigos o grabaciones nada de lo que se diga vale como prueba ante ningún tribunal. No hablo de la violencia física, de maltrato, la violencia amorosa es de otro tipo y sólo concierne a dos, aunque quien la genera no suele ser consciente de lo que hace, de las implicaciones de sus palabras o de sus acciones, ni siquiera es consciente de que está generando violencia. Es decir, y vuelvo al principio, la bomba amorosa, su deflagración, sólo afecta a uno, sólo él siente sus efectos, sólo él es consciente de su destrucción y lo que es peor se ve incapaz de comunicarlo ni a sus mejores amigos, porque su lengua se traba, su discurso es inconexo, porque la deflagración que no acaba contamina la lengua de esquirlas y de barro, de cristales y fuego, saliendo de su boca dolor y pesar, venganza y desesperación, de modo que quien lo escucha no ve en él a alguien que se expresa con coherencia sino a un animal herido que no encuentra cobijo.

            La bomba permanece en la mente del herido mientras no desaparezca la imagen de quién le ha puesto en la nuca la bomba lapa. Ha de desaparecer su presencia física primero, no oír más sus palabras que son pólvora incendiaria, sus gestos, sus movimientos, ha de borrarse luego los recuerdos, los ecos de su cuerpo, los pasos acompasados que un día dieron juntos, eso lleva tiempo y prolonga los efectos de la deflagración, porque aunque sean muchos años de sintonía sólo se recordarán las palabras y los hechos que contribuyen a la destrucción no los que alguna vez fueron constructivos.


1 comentario:

Unknown dijo...

falta el final explicativo....... del donde quien y porque