Películas
como Criadas y señoras, una de las pelis con más éxito de público de la
temporada, en la estela de Tomates verdes fritos, buscando la
complicidad del espectador, con lágrimas, solidaridad emocional y mucho
contento por coincidir con el fácil mensaje que trasmiten, sólo son útiles,
cívicamente útiles, durante los breves minutos, aquí 137, que se viven en el
mundo bidimensional creado en la pantalla. Cómo un espectador decente no habría
de ponerse del lado de esas criadas negras humilladas y ofendidas continuamente
por unas amas de casa del profundo sur americano, tan risueñas y babys
como sometidas ellas a su vez a maridos machistas, que cuentan sus historias a
una joven blanca que, como modo de prosperar como escritora, quiere contar lo
que pasa en Jackson, Mississippi, en los lejanos, lejanísimos para el tema de
la discriminación racial, años sesenta.
Es una peli
que no tiene más valor que los best sellers literarios en los que la gente se
enfrasca para cerrar los ojos a la mugre y cutre paisaje de estos tristes días
que vivimos. Cuando los personajes buenos son tan buenos y graciosos y los
malos tan malvados y repelentes, y lo que aquellos reclaman es tan justo y ya
tan conseguido, el espectador no necesita reflexionar, ni ponerse en la piel de
nadie, ni entrar en contradicción con algunas de las viejas ideas o feas costumbres
que aún mantiene.
Ya lo dicen los críticos conformistas que han ayudado a
hacer caja: “Conmovedor homenaje a las mujeres subyugadas que mantienen la cabeza
alta”, “Una fábula para sentirse bien”, “El cálido encanto del libro se ha
convertido en una película igualmente emotiva”, “The Help es un
impresionante regalo, una historia profundamente emotiva”, “Un producto cien
por cien mainstream que es tan mentiroso como perfecto”.
Excepto en la impactante secuencia inicial, algo parecido
sucede con la torpe pero eficaz, desde el punto de vista de la caja, peli
francesa Pequeñas mentiras sin importancia, donde un rico y desprendido
burgúes invita a su numeroso grupo de amigos a pasar el comienzo de sus
vacaciones en su casa de la playa. Pongamos un poco de ecologismo, otro poco de
pelea contra las convenciones, erotismo en el ambiente, peleas familiares que se solucionan con buena voluntad, muchas sonrisas y personajes de una pieza
y tendremos un éxito de taquilla de los que hacen época. Sin embargo, en la
peli todo es de cartón piedra, personajes amanerados de tanto como han sido
exhibidos en los escenarios, buenísimas ideas, el “tú eres de los nuestros” que
le soplan al espectador, eso sí, sin un gramo de lucidez en el análisis de lo
que se suponen que están criticando. Ni siquiera Marion Cotillard se salva por
la moralina que está obligada a representar. Banalidad insultante.
Pero de
todas las pelis que he visto en el 2011 la que se lleva la palma es Torrente4. No sé como los críticos, es decir, sus amigos, siguen insistiendo en que
el listo, y ya muy rico, Santiago Segura, lo que hace es befa de la España cutre de los bares
de barrio, de las tardes de domingo con transistor y de las fulanas de usar y tirar. En realidad, yo creo, que a Segura
le va la marcha y que se encuentra muy a gusto poniéndose en la piel, no de esa
gente de barrio, sino de sí mismo, exhibiendo o añorando un mundo del que apenas quedan jirones en las actuales ciudades ya tan ventiladas. El dinero acumulado le permite sin duda contratar a buenos guionistas y actores, ¿por qué no lo hace? No sé dónde le encuentran la gracia.
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