jueves, 12 de enero de 2012

Memorias, Jean François Revel I


           J. F. Revel fue un periodista y escritor francés del pasado siglo que encarnó el espíritu de la libertad como nadie en su país, a contracorriente de las actitudes dominantes no sólo en Francia, en toda Europa. Nacido en Marsella de familia acomodada, estudiante de l’Ecole Normale, sus aptitudes le dirigieron hacia la filosofía, sin embargo la ocupación de Francia por la Alemania nazi se interpuso en su camino. A partir de ese momento, cuando llegaba a la edad adulta, la resistencia ante el ocupante moldeó su personalidad de modo que a partir de entonces toda su vida se orientó en una u otra dirección hacia el resistencialismo: combatiente de las ideas, actitudes y prácticas que supusiesen control, engaño o sumisión a sistemas antidemocráticos o totalitarios. Su pensamiento, por tanto, fue un pensamiento práctico, apegado a los hechos, justamente en el preciso momento en que los ideólogos se imponían en la escena europea, y se manifestó en libros de combate o en revistas de información general con fuerte orientación hacia la polémica política.

              Se inició como profesor en los institutos franceses, primero fuera, en Argelia, Florencia o México, experiencias que convirtió en frescos libros que irritaron a los conservadores de esos países y de la propia Francia. Después durante algunos años siguió siendo profesor de liceo en Francia. En este libro que comento, Memorias, El ladrón en la casa vacía, tiene interesantísimas páginas dedicadas a la función de enseñar, que se podrían resumir en que lo importante en este campo no está tanto en la innovación tecnológica o en los cambios en el sistema educativo como en la implicación del profesor. Sin embargo, Revel se iría decantando hacia el periodismo, primero con artículos en periódicos y revistas, como France Observateur, luego como jefe de redacción y finalmente como director de la revista L’Express. Más tarde tras enfrentarse con el director de ésta colaboraría en Le Point.

          
             Revel tampoco pudo sustraerse a la ideología dominante en las décadas centrales del siglo XX. Comenzó siendo un pensador de izquierdas, aunque bien pronto se decantó por una izquierda no marxista y terminó siendo un pensador liberal. Liberal se convirtió en un insulto de parte de aquellos a quienes criticaba, pero para Revel era la palabra que mejor define su manera abierta de pensar y de influir en el mundo. Colaboró con el Mitterrand de la oposición al gaullismo, pero se distanció de él a medida que el político se aproximaba al partido comunista. Revel, que fue enemigo implacable del programa común de la izquierda, presenta a Mitterrand como el prototipo de político profesional contemporáneo cuyo único objetivo es llegar y quedarse en el poder y para conseguirlo se presenta como hombre simpático, superficialmente encantador, dispensador de citas bien colocadas, glacial en el trato con sus adversarios y capaz de proferir mentiras sin el menor rubor, gran manipulador de hombres, ideas, programas y todo lo que se tercie.

            Sus primeros pasos por el periodismo se relacionan con la V República y el dominio de la escena francesa por el general de Gaulle y sus seguidores a los que denuncia por la creciente actitud monárquica del general, su intento de patrimonializar el país y por su antiamericanismo y complacencia ante el comunismo y la URSS a los que quiere presentar como contrapeso al poder americano. En general, Revel, más que atacar directamente las ideas totalitarias, lo que hace es mostrar cómo bajo la retórica izquierdista la intelectualidad francesa  mostró a lo largo del siglo una carencia de espíritu crítico, indiferencia, falta de valentía o compromiso con la simulación y la mentira, lo que afectó a la vida política del país y a su decreciente influencia en el mundo. Aunque no se detiene mucho en cada uno de ellos, critica sin piedad a los grandes popes del pensamiento francés: Sartre, Teilhard de Chardin, Levi-Strauss, Lacan, Derrida, Bourdieu, denunciando que, en general, bajo sus alardes retóricos no hay más que banalidad.           

         
           Una parte importante de su combate contra las ideas totalitarias la dedica a la influencia del comunismo en la sociedad francesa. Dedica muchas páginas a explicar cómo a través de su revista desenmascaró la mentira de Georges Marchais, secretario del PC en los setenta y ochenta. Primero cuenta con gran divertimento para el lector cómo, durante una huelga de basureros, un periodista husmeando en las basuras junto a una oficina bancaria encontró una amplia documentación que descubría el tinglado montado por la URSS para financiar al partido comunista. Pero lo más notable fue el hallazgo de los papeles que desacreditaban al propio Marchais. Este aseguraba que como tantos otros franceses había sido trabajador obligado en la Alemania nazi pero que había huido de ella hacia 1943. Revel demostró que Marchais se había presentado como voluntario para trabajar en una fábrica de armamento y que había permanecido allí hasta 1945. El ejemplo le sirve a Revel para denunciar la pasividad o indiferencia con que la sociedad francesa, tanto a izquierda como a derecha, recibió esas informaciones, que en algunos casos fueron tildadas de montaje o fabricación. Según él, la sociedad estaba acobardada ante el poder que los comunistas tenían en muchos ámbitos. Marchais pudo permanecer en su puesto hasta el momento de su tranquila jubilación.

            Mientras leía estas páginas pensaba yo en la similar indiferencia, pasividad o irritación contra los denunciantes de lo que ha ocurrido en España con Santiago Carrillo y sus crímenes de guerra, con la diferencia de que Marchais no estaba implicado en ningún acto criminal. La actitud de periodistas, políticos e intelectuales ha sido muy parecida en uno y otro país.

            Estas memorias, publicadas en Francia en 1997 y en España en 2007 –Revel Falleció en 2006-, atraviesan la historia de las ideas políticas en Francia, lo que vale decir de la Europa continental del siglo XX, poniendo de relieve la dificultad, como consecuencia de la guerra fría, de que la discusión fuese franca, abierta, útil a la vida social. Me hubiese gustado ver más desarrollados algunos episodios de la historia de Francia como el colaboracionismo, el mayo del 68 o el camino hacia la unión europea.

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