domingo, 11 de diciembre de 2011

La tragedia del Batavia I


Archivo: Batavia 02.jpg
Reconstrución del Batavia
Hay libros que te están esperando. ¿Por qué nadie me lo aconsejó? ¿Cómo no vi en su día la reseña entusiasta? Uno de los indicios de la desgracia de España es la calidad de sus universidades. Pasé por la Facultad de Historia de Barcelona en los 80. Era un nido de profesores marxistas enfangados en teorías inanes sobre los orígenes del capitalismo, la colonización de América y la guerra civil. Despreciaban los datos empíricos, la historia positiva, decían. Sus clases en general eran refritos de libros extranjeros. Sus pinitos historiográficos tenían que ver o con el intercambio desigual en la era del imperialismo de los países del Centro o con la construcción de una fe: la idea de que los movimientos nacionales luchaban a la par que el feminismo, el ecologismo y el antirracismo en el campo del progreso. La mayoría de aquellos profesores están en el origen de la actual esterilidad del PSC. He de decir que en otros lugares de la península la situación no era mejor. Todavía hay hoy facultades que lo único que se exige a los alumnos es memorizar conceptos, nombres, fechas y retahílas de causas y consecuencias, en las antípodas de aquella escuela de Barcelona. Mis años de Historia fueron años perdidos, lo poco que aprendí tuvo que ver con mi empeño personal. Y sin embargo, en otros países existían profesores pacientes en busca de datos para elaborar hipótesis y para trabar un conocimiento empírico y veraz sobre el pasado.


El libro que me estaba esperando –uno de tantos- es La tragedia del Batavia del británico Mike Dash. En 1629 uno de los grandes galeones de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, un retourschip, con 341 personas a bordo, encalló en la barrera de coral frente a un archipiélago desconocido ante la costa de la Tierra del Sur. Era de noche, el viento del Antártico soplaba con fuerza y las planas islas de los Abrolhos de Houteman eran imposibles de divisar. Los supervivientes saltaron como pudieron a las islas yermas del archipiélago. El comendador de la Compañía y el patrón del Batavia abandonaron a sus hombres y a bordo de una chalupa consiguieron alcanzar la base de la colonia holandesa de Java después de 2000 millas. Una proeza irrepetible. En las islas, con escasísimos pertrechos, comida y agua que hubo que racionar hasta límites imposibles, quedó el resto del pasaje. Entonces a la tragedia del naufragio se añadió la de una masacre. A lo largo del viaje se había ido fraguando un motín que no llegó a tomar cuerpo por la indecisión de los conspiradores y porque al final se interpuso el propio naufragio. El galeón iba cargado de riquezas, barriles de oro y plata, para intercambiar por especias y otros productos que, a lo largo del siglo, hicieron riquísimos a los Diecisiete Señores de la Compañía y convirtieron a la República Holandesa en el primer país capitalista del mundo. El motín tenía por fin apoderarse del barco y de sus riquezas y reconvertirlo a la piratería. Entre los conspiradores estaban el propio patrón del barco Ariaen Jacobszy el segundo del comendador, Jeronimus Cornelisz. Fue este quien se hizo con el poder de los supervivientes en las islas, estableciendo un régimen de terror. Rodeado de unos cuantos secuaces, ideó una manera sencilla de sobrevivir a los escasos alimentos y agua: ir eliminando a buena parte de los supervivientes y cuando llegase el barco de rescate apoderarse de él y seguir con el plan inicial de dedicarse a la piratería.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Toni, ¿sabes dónde puedo conseguir este libro? No lo encuentro por ningún lado.
Gracias.