sábado, 5 de noviembre de 2011

La mujer que miraba a los ojos



Adoración Zubeldia, la viuda del concejal de UPN José Javier Múgica, asesinado por ETA el 14 de julio de 2001, tuvo que volver ayer a declarar a la Audiencia Nacional.
Se sentó de cara al tribunal, con la intención de no perder su segunda oportunidad. Con los asesinos de su marido a su espalda y de cara a los magistrados, no pudo evitar volver a llorar al recordar la muerte de su marido. “Oí un ruido y tembló toda la casa. Salí al balcón. Vi a mi marido, que estaba en el suelo a una distancia. Vi la furgoneta que se estaba quemando y que él también se estaba quemando”, repitió con la voz quebrada. Después desgranó el rosario de amenazas que habían recibido previamente. Cómo en su trabajo como conductor de autobús escolar, Múgica tenía que soportar que los estudiantes le tomaran el pelo. Cómo él mismo, brocha en mano, se dedicaba a borrar las pintadas de dianas que aparecían en su tienda de fotografía. El robo de material, la quema de un coche...
El agente judicial —el funcionario que auxilia en los juicios llamando a los testigos y repartiendo la documentación— se acerca a la viuda para mostrarle la salida. Ella, por sorpresa, le lanza: “¿Les puedo mirar a estos chicos?”. Sin esperar la respuesta se da la vuelta y observa cara a cara a los acusados durante dos segundos. El silencio reinante en la sala subraya la tensión del momento. Lo interrumpe la presidenta con cierta incomodidad. “A ver, por favor, ¿quiere usted abandonar la sala?; si no, puede usted sentarse”, le dice. Adoración no puede evitar lanzar otra mirada antes de enfilar la puerta. Lo ha logrado. 
Qué quedará de la historia miserable de ETA.

Por supuesto, sus crímenes: asesinatos, secuestros, extorsiones  y la atmósfera de terror en el País Vasco.
Quedará el nacionalismo que ha bebido de esa fuente, sin hacerle ascos.
La democracia que durante dos generaciones no ha sido capaz de derrotarlo.
Un Estado que no ha sabido acabar con esa atmósfera en la que los ciudadanos no han sido libres.
La izquierda subyugada por el prestigio de la violencia política.
Quedará el exceso de los políticos que han utilizado el asunto en beneficio propio. 
El bla bla bla de los periodistas que se han prestado a ser altavoces de la muerte política y del terror.
Quedarán los jueces del telediario y también los jueces, como esa jueza Murillo, que exhiben sus sentimientos –“Y encima se ríen estos cabrones...”- en la sala de justicia.
Quedarán los pacifistas y mediadores, esos zombies del pasado, buitres sobrevolando la carroña. Zombies de otro siglo que niegan que la opinión de las víctimas haya de ser privilegiada, para a continuación pedir que se abra una mesa de negociación con los representantes de los terroristas.

Y quedarán los héroes de este asunto, un puñado de personas, como esta mujer, que son los únicos que han derrotado a ETA. Al principio eran muy pocos los que no se conformaron, los que resistieron, sobreponiéndose a la humillación, alzando la cabeza ante el terror, ante una sociedad temerosa o cómplice, los que no creyeron que una ideología asesina podía ser progresista y moderna y liberadora, son ellos los que le dieron la vuelta al prestigio de la violencia política y mostraron el rostro cadavérico de los asesinos y de quienes los jalean, quienes mostraron la horrenda faz del nacionalismo. Les ha costado años, han ido ganando el pulso lentamente, pero han impuesto la verdad. La policía y la justicia no eran suficientes, no lo fueron durante mucho tiempo, hacía falta que alguien opusiese su rostro sereno, su valentía a la intoxicación, a la mentira, al terror. A ellos debemos que se acabe este feo asunto.

No hay comentarios: