jueves, 3 de noviembre de 2011

Beatriz y Virgilio


Hay novelas cuya estrategia consiste en ir desvelando de forma suspensiva de qué va la cosa, de poner trampas pero también pistas para enredar al lector o para despertar su inteligencia y sensibilidad, para producir asociaciones entre mundos dispares, demorando la resolución o posponiendo la enunciación del tema, de modo que la lectura no decaiga y el provecho sea el mayor posible. Este es el caso de Beatriz y Virgilio de Yann Martel. En estos casos la editorial debería ser cuidadosa y no adelantar en la contraportada lo que el autor no adelanta hasta bien pasadas muchas páginas, porque entonces se pierden parte de los placeres de la lectura. Aunque en la novela del autor del exitazo Vida de Pi los placeres son muy traicioneros y el contento por lo originalidad de su construcción se frustra y adolece cuando se topa con el asunto que el autor se trae entre manos.

Como suele ocurrir con las novelas muy originales, el planteamiento inicial es seductor y provoca avidez, es deslumbrante, aunque la resolución no lo es tanto e incluso algo decepcionante. Los personajes son algo esquemáticos, excepto los que dan título a la novela, muy bien traídos y desbordantes de significado, aunque el paralelismo con el descenso a los infiernos de los personajes de Dante sea mera referencia literaria. Me gusta el recurso a las listas para referirse al asunto que bordea todo el rato, sin apenas mencionarlo. Me gusta cómo resume el relato San Julián hospitalario, de Flaubert, cómo ayuda a introducir el tema; me gustan las referencias a otras obras, como incardina el contexto vital del escritor protagonista bloqueado o la descripción de la agobiante tienda del taxidermista, en cambio, creo que la dureza, el peso del asunto que quiere tratar le desborda, puede con él y no lo resuelve.

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