lunes, 30 de mayo de 2011

El error

Había una sola puerta, con un cartel encima que decía: error. Por ahí salí. No era como en los restaurantes o en los cines, donde hay dos puertas vecinas, una de «Damas» y otra de «Caballeros», y uno elije la que le corresponde. Aquí había una sola. No había elección. No sé qué palabra debería haber tenido la otra puerta, cuál habría sido la alternativa de «error», pero no importa porque de todos modos no había más que una. Y no estoy seguro de que yo hubiera elegido la otra, en caso de que la hubiera. Sea como sea, tengo esa justificación: que era la única puerta para salir, la que decía «error». Y yo tenía que salir... (Comienzo)
Leo a César Aira, con tan buena prensa, por vez primera. Voy avanzando por la escritura fácil y agradable de El error. Otro escritor que sale al camino de la página en blanco para ver qué le depara el transcurrir de la escritura. Los sucesos se van construyendo sobre la marcha, unas historias llevan a otras sin cerrar ninguna, ni siquiera al final donde el ingenuo lector esperaba que todas se encontrasen. Es el pulso del autor, su respiración, el propio ritmo del lenguaje el que va construyendo la historia como la espiral de humo de un cigarrillo que tan pronto como aparece y evoluciona en espirales graciosas y todas diferentes desaparece sin tomar cuerpo, hasta que una nueva espiral sale del húmedo aliento.

Las historias que va enlazando comienzan con un interés cierto, pero que se diluye y apenas se sostiene por el ritmo del lenguaje que es la mejor baza de César Aira. La escritura se convierte en un automatismo, el escritor se deja llevar por las manos que escriben o teclean con un ritmo monocorde. La literatura que me interesa es la contraria, aquella donde el lenguaje sigue a la historia y ésta el ritmo de las cosas del mundo. En este libro la explicación del mundo que va brotando no tiene su origen en la física de las cosas, sino en causas meramente literarias, fantásticas, puro juego de la imaginación drogada por la literatura.
Aira escribe a medio camino entre Borges y García Márquez, pero con más levedad. El libro se parece mucho a Fin, el éxito del pasado año de Monteagudo, pero mejor escrita.
La novela de Aira puede interesar a quien le entretenga la literatura o el cine latino americano, vertiente argentina.
Mientras leo a César Aira, entre un libro de Martin Amis y otro de Philip Roth voy pensando en la diferente educación moral de quien haya crecido con una u otra literatura. La diferencia entre quien se debate ante los dilemas morales que le plantean los autores anglosajones y la aerofagia que se desprende de lo real maravilloso y cosas por el estilo, en el desmoronamiento de Argentina o de Venezuela o Nicaragua o en la difícil resurrección democrática de Colombia.

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