miércoles, 18 de mayo de 2011

The company men


El drama de esta guerra cada cual lo vive según le afecte. El sufrimiento es intransferible. Pues la crisis que vivimos es una guerra económica en la que las víctimas son identificables y cuantificables. En cambio los agresores y victimarios, que llevan la iniciativa, son escurridizos y camaleónicos, apenas dejan huella. La literatura y el cine hacen aproximaciones a través de las que podemos sentir una cierta empatía momentánea con las víctimas.
Empieza a haber libros y películas sobre la guerra, aunque de momento, en general son muy teóricos y generales –Inside job- y no tratan los asuntos más crudos o lo hacen con una mirada antigua, prebélica.
Es el caso de esta peli, The company men. Una gran compañía empieza a despedir empleados y cerrar empresas del grupo para mantener el valor de las acciones. Así, como estamos viendo cada día, se produce la paradoja de que tras la destrucción de empleos y de fábricas que supuestamente son una rémora la compañía gana en valor y los salarios de los directivos suben como la espuma. La película se centra en la vida de unos cuántos de esos empleados durante y después del despido. Ruptura de la amistad con antiguos compañeros, traiciones, la vida familiar quebrada, el desasosiego, la angustia por la imposibilidad de volver a encontrar trabajo a cierta edad, los grupos de apoyo, la solidaridad y vuelta a empezar. La peli describe una situación americana. Desde nuestra posición resultan incomprensibles algunas cosas: el tren de vida de los empleados de alto nivel; la falta de ahorro pensando en un futuro crítico; la falta de protección social; la facilidad para despedir y la escasa reparación económica. A cambio también sorprende la relativa facilidad para recomponer la situación, excepto en casos extremos como el de ese empleado en paro que ante la falta de ayuda y comprensión decide suicidarse. Por estos pagos las cosas son muy diferentes. Para empezar el cine y la literatura carecen de reflejos, un ejemplo más de la falta de competitividad de nuestro sistema productivo. La protección social parece mayor, pero acabados los plazos de la ayuda aparecen las situaciones dramáticas: al despido se añade la pérdida de la casa por no poder hacer frente a la hipoteca y la imposibilidad de encontrar empleo. Además está la hiriente mentira de los políticos que dicen defender a los humildes y echan la culpa a entes abstractos como el mercado o a otros políticos que gobernaron antes que ellos.
La película está llena de buenos actores, es entretenida al modo de las pelis de Hollywood, pero es poco instructiva y produce poca empatía, como digo, vista desde la óptica española. Para describir lo que nos sucede haría falta el Buñuel de sus primeros años para entrar en la casa de los desahuciados y describirla con crudeza y el Karl Kraus de La Antorcha para deshacer las mentiras y el doble lenguaje de nuestras clases dirigentes, hipócritas virtuosos en los mítines y desalmados en el cierre de empresas, la rebaja de salarios, los despidos, la ayuda a las empresas o bancos en quiebra y en el desamparo de los más débiles.

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