Hay hipocresía o juego al despiste o voluntad de engaño en la forma de presentar el asunto libio en la prensa y los medios, en la que yo mismo he caído, pues no se trata de responsabilidad moral o de justicia o de la libertad del pueblo, sino de voluntad de poder y de interés. ¿Quién manda, quién tiene las de ganar, hacia dónde se está inclinando la balanza se preguntan en los gabinetes de crisis de las potencias, hacia Gadafi o hacia sus opositores?, porque si se juegan mal las cartas se perderán suculentos contratos de pozos petrolíferos o se llegará tarde para firmar los nuevos o no se tendrá ocasión de firmarlos por haber apoyado al bando equivocado. Como saben los historiadores y los políticos listos así ha sido en la historia, no se impone la fuerza del necesitado de justicia, sino la fuerza del fuerte. Y la tardanza de EE UU y de Europa en tomar decisiones, y el astuto quedarse a resguardo de Rusia y China, no se debe a inmovilidad y desconcierto, sino a frío análisis, y a veces el hacer consiste en hacer ver que algo se hace aunque no se haga nada. Algunos países obedeciendo al cálculo de beneficios que da el ser primero reconocen a los rebeldes, otros optan por mostrar sus acorazados dientes y esperar la oportunidad y hasta se juega a dos bandas. No por ello se dejan de hacer discursos, como siempre se han hecho, en los que mostrar que no sólo la razón, sino la moral está de nuestra parte y que cualquiera que sea nuestra decisión siempre será justa y superior a la de nuestros enemigos que por serlo siempre son torpes y sucios, violentos y tontos.
Así lo vio uno de los padres de la historia, Tucídides, que el realismo y no el idealismo es el que se impone en las disputas, la fuerza del fuerte sobre las razones morales del débil, en el asedio a que los atenienses sometieron a los melios en las Guerras del Peloponeso. Al argumento de los melios de que todos los hombres tienen interés en ser asistidos por unos derechos razonables, y que puede que un día los propios atenienses se encuentren bajo el poder de otros, les responden estos que
"vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones del derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan".Y si los melios para rechazar la rendición que les exigen los atenienses arguyen que la fortuna no puede serles esquiva porque los dioses saben distinguir entre lo bueno y lo malo, los atenienses responden que,
"siempre por una imperiosa ley de la naturaleza, cuando se es más fuerte se tiene el mando. Y no somos nosotros quienes hemos instituido esta ley ni fuimos los primeros en aplicarla una vez establecida, sino que la recibimos cuando ya existía y la dejaremos en vigor para siempre, habiéndonos limitado a aplicarla, convencidos de que tanto vosotros como cualquier otro pueblo haríais lo mismo de encontraros en la misma situación de poder que nosotros".Por eso los débiles en este asunto de Libia, hablan de honor, de justicia y derecho, y hasta de dioses, y tratan de conmover a la opinión pública hablando de masacres y hasta de genocidio, aunque esas imágenes no se hayan visto todavía, y los fuertes, Gadafi, pero también la OTAN y EE UU, utilizan o muestran la fuerza de su armamento como argumento definitivo, pues en lo tocante al mundo de los dioses todo es mera opinión, y fundar la ilusión en el honor es un orgullo que conduce a la ruina.
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