"Los primeros nacen en casas limpias, con buenos servicios, con biblioteca, con recreación y música. Los segundos nacen en tugurios, o en casas sin servicios higiénicos, en barrios sin juegos y escuelas, ni servicios médicos. Los unos van a lujosos consultorios particulares, los otros a hacinados centros de salud. Los primeros a escuelas excelentes. Los segundos a escuelas miserables. ¿Se les está dando así las mismas oportunidades? Todo lo contrario. Desde el momento de nacer se les está situando en condiciones desiguales e injustas. En el Hospital de San Vicente hemos pesado y medido grupos de niños que nacen en el Pabellón de Pensionados (familias que pueden pagar sus servicios) y en el llamado Pabellón de Caridad (familias que pueden pagar muy poco o nada por esos servicios) y hemos encontrado que el promedio de peso y talla al nacer es mucho mayor (estadísticamente significante) entre los niños del pensionado que entre los niños de caridad. Lo que significa que desde el nacimiento nacen desiguales. Y no por factores biológicos, sino por factores sociales (condiciones de vida, desempleo, hambre). (...) ¿Por qué nos empeñamos entonces -negando estas realidades- en conservar tal situación? (...) NO quieren ver lo que está a la vista, para así mantener su situación de privilegio en todos los campos".Hasta la página 186 del libro no se da cuenta el autor de que vive en una situación de privilegio. Narra la maravillosa vida de una familia de clase media alta, bien situada, bien relacionada, con acceso a quienes disponen de resortes para resolver problemas de forma inmediata. El escritor-protagonista y sus hermanas viven felices con un padre encantador e idealista y una madre práctica y resolutiva. No habla de la brecha que le separa del mundo de la miseria y de la humillación; no reflexiona de la relación que puede existir entre ambos mundos, de la relación de inversa proporción. Aunque luego sí, a través de lo que le ocurre a su padre, de su muerte, de sus escritos, ve la radical injusticia. No sé muy bien cómo se soluciona el problema. Sé cómo no se ha solucionado: el quítate tú que me pongo yo de los Castro en Cuba, de Chaves en Venezuela, del peronismo en Argentina, de Morales en Bolivia no ha cerrado la brecha sino que ha empobrecido más a sus países. Por no hablar de los iluminados senderistas o guerrilleros. Educación, lenta mejora económica y soberanía es lo que falta, es decir el progreso de las clases medias: Chile, Brasil, Perú.
El libro que comento es un buen libro, aunque me haya disgustado su primera parte, la exhibición de felicidad en medio de un país miserable, la forma natural como la familia vive la brecha y el privilegio, con algún añadido curioso, la relación del escritor con su padre. En la segunda parte el autor se topa con la vida que es dulce y amarga (Goethe: "Gris es, amigo, toda teoría, pero sólo verde el dorado árbol de la vida"), feliz para unos pocos y innecesariamente humillante para la mayoría, porque lo más molesto no es la pobreza de la que se puede salir con esfuerzo, a veces, con enorme esfuerzo -muchas de nuestras familias lo hicieron así después de la guerra; y fueron humilladas de igual forma- sino la humillación: inclinar la cabeza ante la natural superioridad de los ricos y poderosos, con la anuencia del poder y de la Iglesia. Las cosas están empezando a ser distintas en Colombia, pero no sé hasta qué punto el pueblo es soberano. La misma pregunta vale para España.
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