La historia no va muy allá, hasta es un poco bobalicona. A un joven fotógrafo le encargan que devuelva a casa a la hija del jefe de la agencia donde trabaja; se encuentran en San José de Costa Rica, tras un desastre que se abate sobre Centroamérica. En la peripecia, a través de diversos y peligrosos obstáculos, la pareja se irá conociendo e intimando. Nada nuevo, pues. ¿Qué me llama la atención? El relato de desarmante sencillez está situado en medio de un decorado que va descubriendo poco a poco lo extraordinario. Es una película modesta, de bajo presupuesto, con pocos actores, con muy limitados efectos especiales. Quizá lo llamativo proceda de que es una película joven, hecha por jóvenes con mentalidad nueva, menos atada a los códigos establecidos. Se la puede comparar, como ejemplo contrario, con The Town, que también he visto hace poco, con mucho dinero en la producción y que se olvida antes de traspasar la puerta de salida del cine.
Me llama la atención, pues, la ambientación, cómo transmite la amenaza latente, indefinida, a través de la música y el decorado. La pareja tiene que atravesar una zona contaminada -una sonda de la NASA de vuelta a casa se estrelló hace seis años en un lugar de México- antes de llegar a la frontera de EE UU, frontera, por cierto, protegida por una enorme e inútil muralla. Tampoco eso es nuevo, de cuarentenas e infecciones y epidemias y amenazas está la historia del cine llena. ¿Por qué destaca entonces? La actitud de los protagonistas, ingenua, despreocupada, hacia lo extraño que ha invadido el territorio conocido, cómo se han hecho a un mundo nuevo, lleno de peligros. También lo es, una vez que el espectador descubre de qué va la cosa, descubrir en qué consiste la amenaza, ese nuevo tratamiento de la ciencia ficción.
Es una peli que deja huella; a mí me ha rondado unos cuántos días, y no por preocupaciones metafísicas -¿o sí?-, sino por la novedad, porque se aparta de los caminos trillados en cuanto al decorado del mundo. Los críticos han sido duros con ella: se queda en la pura ambientación; efectos especiales hechos en el ordenador del director; actores muy limitados; falta de guionista cualificado. Pero es de esas carencias de donde procede su gracia; liberada de los códigos y obligaciones y expectativas lo que emerge de esta peli tan humilde es una metáfora nueva, llamativa, potente, veraz. El mundo por el que transitan los protagonistas es diferente al del cine de Hollywood y al cotidiano, pero no lo suficientemente extraño como para pensar que no sea el nuestro o el que tememos o el que se nos avecina o que quizá ya está ahí. A algunos les ha entusiasmado la escena final, amor entre seres extraños, a mi es lo que menos me ha gustado.
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