miércoles, 19 de enero de 2011

La cosecha de hielo

En muchos aspectos, este poscapitalismo que estamos viviendo es un tiempo sórdido, con muchas extensiones tecnológicas que nos hacen la vida más fácil, más larga, más sana, que amplían mucho nuestras capacidades, expectativas y ocio, pero que sin embargo nos dejan insatisfechos. Vivimos mejor que nunca, pero querríamos ser algo más felices, que las relaciones interpersonales fuesen más completas, honestas, sinceras. ¿Es posible? Quizá tengamos más tiempo libre que antes, pero lo ocupamos en cosas que no nos satisfacen: comprar, charlar con personas virtuales, ver fútbol por la tele o programas basura.

Hay un tipo de literatura que se acomoda a este tiempo: la literatura de género. Esa eclosión de novela negra e histórica, cromos de otro tiempo que nos suenan del bachillerato y cromos de ambientes sociales con los que no rozamos en nuestra vida diaria, que se lee de un tirón, como un polvo en un club de carretera o un sandwich en un macdonald o una blusa en un zara. Usar y tirar, y el barniz para dejarnos pasablemente satisfechos.

La cosecha de hielo, de Scott Philips, es una de esas novelas de la serie negra que cumple con todos los requisitos del género. En una noche fría de nieve y hielo, aparece un hombre, Charlie, del que poco a poco, muy poco a poco, vamos sabiendo cosas: que se va a ir de la ciudad, que es un abogado que trabaja para un grupo mafioso, que controla una serie de garitos de bailarinas, cabinas de sex shop y masajes, que estuvo casado y tuvo hijos, que se trae entre manos alguna cosa no muy legal, que en algún momento la acción se va a disparar. El suspense está muy bien llevado, así como el decorado navideño en que se desarrolla -canciones del día, árboles, adornos de plástico y figuras de papa noel de lo más cutre- y la manera sórdida en que los personajes que van apareciendo viven esa cosa impostada de la navidad. Hombres salidos de madre, duros y blandos, muchas prostitutas y una mujer fatal.

Tiene algo la novela con la que consigue destacar: el naturalismo, los hechos narrados como si el escritor hubiese tomado los pinceles de Cararavaggio: dedos quebrados -piel a girones, huesos astillados, sangre-, pollas al aire, desnudos femeninos sobre el linóleo gastado, botellas vaciadas y rotas, cenas de navidad pintadas en azul crudo. Todo sucede en la noche de navidad, de un lado para el otro, en un Lincoln primero y en un Mercedes después -¿cuál es mejor coche, el americano o el europeo?-, patinando sobre el hielo, con caídas y golpes y la cadera de Charlie de mal en peor. Suspense, suciedad, sordidez, alguna sorpresa y mucho hielo.

¿Hay algo más que el naturalismo que propicia el género? No, nada que nos libere del desasosiego.
Existe una peli con el mismo título, dirigida por Harold Ramis y protagonizada por John Cusack, Billy Bob Thornton, Connie Nielsen y Oliver Platt. Si la SGAE no se entera se puede bajar de aquí.

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