viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Es la crisis económica un estado moral?


Manchémonos, pues, las manos una vez más escribiendo de política.
¿Es la crisis económica un estado moral? Hasta ahora pensaba yo que la corrupción en España tenía tres patas: la política, la empresarial y la periodística, pero estos días descubro, descubrimos, con estupor que había una cuarta pata. Ahora resulta que los éxitos deportivos de los que alardeábamos estaban amañados.

A la clase política conformada desde la transición, que nos ha hecho creer que sus intereses personales coincidían con los generales, se unió una clase empresarial que ha funcionado en régimen de concesión administrativa -bancos, grupos de comunicación y de servicios- o se ha aprovechado de una legislación a su medida, consiguiendo una bárbara acumulación de capital, explotando a la clase media de este país con tarifas abusivas, hipotecas esclavizantes a largo plazo y precios de los productos desorbitados -inmuebles-, con la que ha expandido sus empresas en el exterior, haciéndonos creer que engrandecían España, y cuyos beneficios no retornan para paliar la crisis, y la periodística, que ha hecho el trabajo sucio de pintarnos un mundo de progreso y modernidad a la altura de los países más avanzados.

Durante los trece años del felipismo, los ocho años del aznarato y los siete de esa cosa zapateril nos han hecho creer que vivíamos en Jauja y que la espiral hacia el cielo era irresistible. En realidad, no vivimos en democracia, ni siquiera disimulan en guardar las formas con sus sistemas de listas cerradas, su control férreo del sistema bipartidista y su ley d'Hont, lo que tenemos es un régimen oligárquico que apenas da cancha a unos pocos nuevos actores de vez en cuando. Ahora, todo se ha venido abajo, hasta el orgullo -tan insano- de vivir en un país moderno, resulta que nuestros deportistas que nos consolaban mientras pasábamos el mal trago de ver reducido nuestro salario o de perder el trabajo, cuyas glorias llenaban pantallas y portadas, enriquecidos por los empresarios, paseados por los políticos, eran unos tramposos como el resto de la oligarquía dirigente.

¿Estamos cabreados los españoles?, ¿estamos lo suficientemente cabreados?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No todos los deportistas son tramposos, los hay que compiten sin ningún tipo de ayuda extra y no merecen un saco común.

Toni Santillán dijo...

Claro, como no todos los políticos, ni todos los periodistas. Como hay miles de empresarios honestos.